Así lo catalogó esta semana el Seattle Times. Para los optimistas como yo, un ejercicio muy placentero.
Me refiero al más reciente libro del profesor de Psicología en Harvard, Steven Pinker. Enlightment Now, que traduciría crudamente la Ilustración ahora, un texto lleno de interesantes comparaciones y estadísticas que pinta un mundo lleno de futuro y una humanidad avocada al progreso.
Pinker, catalogado como una estrella en el mundo de la literatura científica, se da a la tarea de demostrar cómo en 14 de las áreas que podrían medir el bienestar, el mundo ha progresado disminuyendo males como la violencia, las enfermedades virales, el hambre, la pobreza, y la mortalidad materno infantil entre otras.
Pero, a pesar de las cifras, nos resistimos a verlo así por varias razones.
Por ejemplo, nuestra disposición a recordar con más facilidad episodios negativos. O la necesidad constante que tenemos de validación, prestigio e influencia que según Pinker se nutre cuando nos quejamos de las condiciones actuales pues con ello demostramos que somos mejores que quienes rigen, gobiernan o administran.
Y están los periodistas y los medios de comunicación que según el investigador se ven obligados a reportar lo inmediato, lo fugaz. Eventos que por lo general generan caos, y deben solucionarse sin contratiempos. Nadie, dice Pinker informa, por ejemplo, desde un país en paz.
Este es el décimo primer libro del investigador. De todos los que yo he leído, este compila en un solo lugar fascinantes datos que revelan la humanidad y fragilidad de los seres humanos a la misma vez que los describe como fuertes y resilientes.
Pinker no solo es un buen escritor y estudioso de la naturaleza humana. Es encantador en el escenario y con facilidad se conecta con la audiencia. Algo que ha explotado de maravilla para promover la venta de sus libros.
Lo sé porque tuve la oportunidad de verlo. Su apariencia de científico loco, su candidez al hablar, pero sobre todo la sencillez con la que explica sus argumentos lo muestran accesible al público, cercano.
Por eso no le hacen falta detractores. Aquellos que argumentan que perdido entre la fama que ha alcanzado, se ha dedicado a simplificar verdades para poder llegarle a un público general. Un público que carece del conocimiento necesario para contraargumentar sus conclusiones.
Y puede ser. Pero para mí hoy y, como me dijo una amiga, en estos tiempos nunca sobra un splash de optimismo que nos permita seguir hacia adelante con la idea de hacer de este un mundo mejor.
