Una supervitamina
Opinión

Una supervitamina

Por:
mayo 29, 2015
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Otra anécdota de mi reciente visita a California. En una boda familiar me sentaron al lado de una culta y simpática profesional de la salud. Era al aire libre en un bosque de redwoods en las Montañas de Santa Cruz al caer el sol. El frío era polar y muchos recordamos la famosa cita atribuida a Mark Twain: “Algunos de mis más crudos inviernos han sido veranos en San Francisco”. Al llegar los postres me pregunta mi compañera de mesa: “¿Usted qué piensa de la vitamina D?”.

Tomando como testigos las umbrosas y antiguas secuoyas que nos rodeaban le hubiera podido explicar todo lo de la emigración de la africana especie humana a latitudes no tropicales de largos y oscuros inviernos con deficiente exposición a irradiación solar, la consecuente falta de vitamina D con hambre de calcio, la satisfacción al beber leche de otros mamíferos, la repetida y preservada mutación para producir lactasa y digerir lácteos, el paciente seguimiento de los rebaños de mamíferos herbívoros, nuestra camaradería con lobos que hacían lo mismo, la domesticación de estos a nuestros mejores amigos los perros, la primitiva equitación, el yogur, etc. Pero era una larga historia y fue interrumpida por esta muy contemporánea apreciación de la señora sentada a mi lado: “¿No le parece la D una supervitamina?”. Claro que sí le dije, pensando en todo lo que acabo de resumir. Pero ella se refería a los diversos efectos benéficos sobre nuestra salud que le han adjudicado en los últimos quince años (Benefits of vitamin D-Web MD).

En San Luis Obispo ahí en California del Norte, territorio que vio nacer el movimiento hippie en 1965 y de predominante cultura contracultural si me perdonan el oxímoron, funciona una organización llamada Vitamin D Council que promociona el uso de esa vitamina para un montón de condiciones patológicas. En la última actualización de su portal enlista los siguientes beneficios: útil en el manejo de lumbalgia crónica, sirve para controlar la obesidad, debe ser usada en pacientes con cirugía bariátrica, se asocia su deficiencia a anemia en afrodescendientes, además sirve para la hiperplasia prostática benigna y el cáncer de próstata, también para los cambios súbitos del afecto en sicóticos, la depresión en jóvenes, el “popular” síndrome de deficiencia de atención e hiperactividad y la enfermedad cardiovascular. Detengo aquí la lista de beneficios atribuidos a la vitamina D pero hay 43 páginas de ellos en el portal del Vitamin D Council. ¡Sin duda para esta organización y mi compañera de mesa la vitamina D (calciferol) es una supervitamina!

Pero yo siempre dudo de las panaceas universales. Aunque los beneficios argumentados, no probados, para tomar suplementos de vitamina D son muchos, un estudio del año pasado revisó 250 reportes publicados sin encontrar evidencia confiable de sus resultados. En otras palabras hay mucha fe en las bondades del calciferol para diversas enfermedades mas pocas pruebas de su eficacia. Además el gran mercado y la publicidad desaforada de los suplementos dietéticos debe hacernos sospechar que allí hay gato encerrado, probablemente nos están vendiendo promesas falsas de salud.

¿Por qué creemos que tomar vitaminas extras es saludable? Quizás porque olvidamos la historia de cómo los suplementos vitamínicos entraron en nuestra práctica médica moderna. En el siglo XVIII los viajes alrededor del mundo se hicieron más frecuentes y necesarios por la extensión de los imperios europeos. Los marineros después de varias semanas navegando sufrían una terrible y mortal enfermedad llamada escorbuto con sangrado de mucosas, articulaciones y vísceras. Un astuto médico de la marina inglesa llamado Lind descubrió tras un primitivo estudio comparativo que la condición se prevenía con una cucharada diaria de jugo de limón o lima. Por eso los marineros británicos fueron llamados limeys. Mucho tiempo después se conoció que el escorbuto era deficiencia de vitamina C y se evitaba con la ingesta de cítricos y frutas frescas. La vitamina C o ácido cítrico y las otras vitaminas no entraron a nuestra farmacopea moderna como tratamiento para la gripa, el resfriado, “las defensas bajitas” o cualquier otra cosa.

Las vitaminas no son propiamente medicamentos. Son moléculas específicas que nuestro metabolismo no puede construir y necesitamos adquirir en pequeñas cantidades con una alimentación balanceada. Solo es necesario suplementarlas cuando hay una deficiencia seria de ellas. No son fármacos. El ser humano con una dieta variada no necesita píldoras de vitaminas, exceptuando circunstancias especiales como el embarazo. Quienes necesitan vendérnoslas son los laboratorios que las producen. Recuerdo un profesor de bioquímica quien nos decía que lo único que ganamos con las multivitaminas comerciales es una orina un poco más cara porque casi todas se eliminan renalmente.

Además la naturaleza es irónica: quienes toman suplementos vitamínicos, exceptuando el calcio, parecen tener un aumento discreto de la mortalidad global pues los más “saludables” excesos pueden matarnos (Arch Intern Med. 2011;171(18):1625-1633. doi:10.1001/archinternmed.2011.445.).

 

 

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