Este mundo tan moderno y mecánico, tal cual lo conocemos, ha tocado unos límites que seguramente quienes nos llevaron hasta allí no quisieron haber pisado. Esos límites que separaban el letargo de sociedades satisfechas, o bien, insatisfechamente aletargadas, y un mundo lleno de descontento, tomándose las calles y haciendo de consignas y pancartas las nuevas –aunque ya fueron nuevas en otro tiempo– caras de las calles a nivel global, han sido cruzados. Ciertamente, la primacía de la economía que solo ve masas en vez de individuos y aquel capitalismo exacerbado, que seguramente para los “padres” del mundo no pudo haberse dado de otra manera, ha quemado la mordaza que hace unos años ponía. No sé si hablar de crisis del capitalismo, no se si hablar de su muerte, tal vez de repente cayó en lógicas de destrucción como diría la socióloga holandesa Saskia Sassen, o tal vez como sistema fue concebido para destruir. Pero algo bueno nos ha dejado, quizás nacido por oposición a una trágica realidad pero ahora es y está siendo, el activismo.
Aunque se pretenda determinar el activismo como “algo de jóvenes” o de “estudiantes”, lo cierto es que –afortunadamente– ahora hace parte de todos y todas. El ser resultado de esta tragedia no le quita méritos, porque no deja de ser bello ver a miles de personas reivindicando derechos, justicia. Ver como se rompe el silencio es bellísimo. Lo más lindo es ver los colores del activismo, con esto me refiero a la cantidad de nobles causas que inundan las calles, las redes sociales y que ya no han podido ser pintadas de blanco y negro por una mass media tendenciosa subvencionada desde la censura. Comunidades LGBTI, partidos políticos, sueños de paz, tribus urbanas, entre muchas otras, y aquel hermoso movimiento al que hoy dirijo estas palabras, al movimiento animalista.
Suponiendo que hay unas justas proporciones para violar las libertades y la vida misma de los animales no-humanos, estas han sido traspasadas. La tragedia ha estado siempre, la muerte ha estado siempre, pero el holocausto nos ha hecho romper el silencio. Ojalá no le duela que hable de holocausto, pues más allá de ser un momento histórico, “holocausto” es un término acuñado por el activista animalista Gary Yourofsky que encaja perfectamente con distintas realidades de miles de especies de animales, que el mundo ha visto y que hoy no puede silenciar. Pero esta no es la ocasión para hablarle de cómo funciona la industria que a muchos platos llega en forma de muerte, hoy le hablo a los animalistas.
El debate siempre es virtud, las convicciones siempre son la esencia de la construcción de mejores condiciones, pero allí no reside el combustible del animalismo. Hablar de holocausto no es cualquier cosa, no es algo con lo que deba poderse vivir, esta realidad merece pasos hacia delante y un movimiento fuerte y unido. Eso de imponer prerrequisitos al activismo –porque es un mal de todas sus formas– <es tan desagradable como inútil. El animalismo no es identidad, es razón. Los movimientos animalistas –tan distintos que existen– deben moverse bajo aquella bandera de defender a esos que de su hábitat han sido secuestrados, a los que de su familia les despojaron, a los que asesinaron por sádicas preferencias de entretenimiento, moda y simplemente caprichos de paladares sanguinarios. Cuando los judíos eran encarcelados, torturados y asesinados, nunca llamaron a ideologías, a razas o pequeñas sociedades en su auxilio. De la muerte se pide salir, lo único y lo que más se valora cuando se está siendo masacrado es una mano amiga y una voz que esté dispuesta a romper el silencio en defensa de la vida misma. Aunque no sea el mejor ejemplo, el holocausto nazi logró unir a 3 potencias mundiales que en su haber histórico solo tenían distancias. Más allá de intereses económicos o políticos frutos también de teorías conspiradoras revisionistas, aquellas 3 potencias –que no hace falta mencionar con nombre propio– fueron esa mano amiga que un pueblo demandaba, por lo menos en la inmediatez de la barbarie.
Tenemos algo a favor, el momento histórico nos ha puesto frente a una sociedad animalista “a medias”, espero no pasar por temerario haciendo esta afirmación. Esta sociedad en la que, si bien puedes saber que al lado de tu casa se asesinan animales para ser comidos, no dejas de ser un “desgraciado” si atropellas a un perro en la calle y ni siquiera detienes el carro. Y es que no es tan obvio como parece, aunque si nos toca salir en defensa de lo obvio lo haremos, juntas. No se trata de humanizar los animales, se trata de dignificarlos como seres que sienten, quieren y viven, más bien hay que animalizarlos, de nuevo, defender lo obvio. Con esto a nuestro favor podemos hacer maravillas. Aquellos espectáculos que hacían parte de una resonada alta cultura como ver morir a un toro a “manos” de un sujeto que de parafernalias y armas hasta los dientes no pasaba, o ver animales silvestres hacer trucos al sonido de un látigo han pasado de ser “de lo más play” a lo más manteco y cavernícola, y claro, estamos en plena transición pero no nos subestimemos como movimiento, esto no es solo resultado de un devenir de la historia, aquí hemos estado nosotras, nuestros cantos, nuestras lágrimas y nuestra resistencia también han aportado, tal vez más que aquel imaginado poder del devenir de las sociedades. Recientemente el país se ha estremecido por el brutal asesinato de un toro en un evento tan sanguinario como lo son las corralejas, hace unos años esto del morbo no pasaba. Vamos lento pero firmes, no nos quedemos en nimiedades de nombre o de método, la historia nos pide otra cosa, los enjaulados, torturados y asesinados nos piden otra cosa.
Muchos son los aportes a esta causa, el activismo no pertenece a los grupos, pertenece a los sueños, y una persona es suficiente para entrañar los sueños de todo un movimiento. Yo no te pido que lo hagas como yo, o que cantes conmigo, no me importa qué tan vegano eres, qué tan elocuente seas y mucho menos a cuantas marchas vas, solo hazlo, porque estoy seguro que más allá de mis métodos y convicciones, los cambios se construyen juntos, siendo diferentes. Animalistas del mundo ¡Uníos!
Twitter: @DurkheimVive