Esa es la frase que escuché a todo pulmón una vez abordé, sin quererlo, el transmilenio en la estación de Marsella, cabe anotar que no me subí en el que me sirve, sino en el que me obligaron, luego de ser empujado hasta llegar aparatosamente al lugar asignado para las sillas de ruedas, que por cierto, estaba ocupado con viajeros durmientes sentados en el piso, motivo por el cual mi vecino discapacitado debió bajarse sin mediar palabra.
´´¡ Una silla azul por favor ¡´´ gritó a voz en cuello un adolescente que venía cómodamente sentado en una silla roja, y agregó, ´´no sean inconscientes hombre… no ven que la señora es de la tercera edad?´´. Quienes estábamos cerca miramos en silencio a nuestro alrededor y vimos una señora de unos 90 años de edad esperando pacientemente quien le cediera el puesto. Observamos las sillas azules más próximas y quienes estaban sentados en ellas. En una venía una adolescente, con unas 8 horas de embarazo, oyendo reggaetón en su Galaxy s3 mini, al lado, una señora de unos 30 años, con tapaboca, y su cara recostada en la ventana, emitiendo unos ronquidos que no permitían escuchar claramente a la española que avisa en que estación estamos. Detrás de ellos, un joven de unos 20 años, pero que por calvicie y canas prematuras hacía valer su derecho a ocupar ese asiento, al lado de él, una mujer de unos 35 años quien mostraba unos papeles de una cirugía que le hicieron hace doce años en la San Pedro por una apendicitis argumentando que aún le duele la herida. Más atrás, una dama pasada de kilos, ocupando dos puestos. La señora de la tercera edad, resignada a viajar de pie, me miraba como diciéndome ´´dejemos así´´ y la novia del adolescente, aquel que pidió la silla azul, al comienzo de la historia, se acuerdan?, y quien venía a su lado, en otra silla roja, gritaba indignada, ´´oigan de por Dios, una silla azul por favor, esa señora se va a desmayar´´, ( me acordé de Cesar Corredor y Heriberto Sandoval , en ese sketch de Sábados Felices, en donde caracterizan a dos viejos que se quejan por la falta de solidaridad de la gente pero ellos no mueven un dedo ). Los viajeros, con sus manos libres en los oídos, escuchando tal vez a Julito colgándole el teléfono a los oyentes o a Jorge Duque Linares diciendo Actitud Positiva, ni se inmutaban por lo que estaba sucediendo. De pronto, no sé cómo, saqué fuerza de donde no la tengo y en ese amanecer bogotano, aún oscuro y frío, en medio de ese articulado a punto de reventar, con olores nauseabundos, alientos de ajo, (está muy de moda en ayunas para adelgazar), y limosneros debidamente repartidos en los tres vagones del bus, tomé aire y grité ´´y por qué tiene que ser una silla azul?, por qué no una roja?´´, todos me miraron, incluso el conductor quien por distraerse subió medio bus al andén. Hubo un silencio sepulcral de unos 30 segundos......( como en las novelas mexicanas cuando la protagonista dice´´ ya no te amo Jorge Ricardo´´ y ponchan a todos los actores en planos de reacción por casi dos minutos ). Pensé, hasta acá me trajo el río y cuando temerosamente iba buscando la salida, todos los pasajeros, incluso el conductor, quien bajaba tranquilamente el transmilenio de la acera, dijeron.´´ Siiiiiii, porque tiene que ser azul? Por qué no una roja?´´, se fueron lanza en ristre contra la ´´solidaria´´ pareja de adolescentes que venían sentados en la silla roja y en 7 segundos los pusieron patitas en la calle…perdón patitas en la estación. Cuando la señora de la tercera edad, ya casi desmayada, se iba a sentar, una señora cuarentona, más pasada de kilos que la de la silla azul, en la mitad de la historia, se acuerdan?, tiró con una precisión exacta, como francotiradora del Goes, dos bolsos a los asientos que quedaron libres para separarlos, mientras ingresaba al bus, abriéndose paso a empujones aprovechando, como se dice en el Valle, su trozudo cuerpo, y se sentó sin mediar palabra, ocupo las dos sillas y comenzó a maquillarse. Todos los pasajeros se pusieron de nuevo sus manos libres, el conductor siguió su rumbo luego de esquivar un indigente que se le atravesó en la 19 con caracas y la señora de la tercera edad, ( recuerden, de unos 90 años ), se desmayó sobre mi hombro derecho. Así la llevé hasta la calle 76, donde se bajó la mitad de los pasajeros y pude entregársela a un policía bachiller, quien a su vez se la recomendó a otro policía, él la subió en un F1 de vuelta a la 19 donde ella debía haberse bajado pues trabaja como mesera en una cafetería del sector.
¡Una silla azul por favor!
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