El sepulcro está vacío tal y como lo encontraron Pedro y Juan aquel domingo de resurrección, tal y como están iglesias y sinagogas por todo el mundo. En perspectiva espiritual, confiamos en que este tiempo de aislamiento pasará tarde que temprano, pero con seguridad desconocemos cómo sucederá. Esperamos volver a salir tan pronto como sea posible de nuestros escondrijos, pero ¿cuáles son las lecciones aprendidas en el encierro? Las personas están tan preocupadas por volver al trabajo y no tener pérdidas económicas, que permanecen impacientes mirando el reloj para que la amenaza del virus pase rápido. No es esta la forma, porque fijados en el tiempo el padecimiento y la desesperanza se hacen mayores. Esto lo sabe bien María que vio desconsolada el sepulcro sin el cuerpo del Señor aquel día que evocamos todos los cristianos.
El Covid 19 está aquí como una amenaza global, y en tanto su fruto es muerte, miedo y desesperanza, es un virus en el que la civilización entera tiene un nivel de responsabilidad, no solo China, ni los gobernantes; toda persona tiene un nivel de corresponsabilidad en su temida manifestación. De tal manera que hacer conciencia de ello nos permitirá entender el valor de la familia desde un punto de vista más profundo; también el valor de la vida, la amistad, el amor y la felicidad. ¿Qué significa tener una semana santa vacía? Es parte de la respuesta que esta situación quiere darnos: reinterpretar el hecho de ver el trabajo como lo más importante, de ver el salario como razón de vida o de ver nuestras creencias como riendas inflexibles por las que morir.
Antes de la pandemia éramos gente sin tiempo, sin amor propio, sin la oportunidad de gozar con nuestra familia y sí que es una vida loca esta de caminar sin escuchar el murmullo de la naturaleza o las inspiraciones interrumpidas por las preocupaciones vanas de una sociedad encendida y conectada que duerme con ayuda de pastillas. El virus aparece para obligarnos al encierro y al retiro. Un tiempo en el que la atención debe ponerse no en la pregunta: ¿Cuándo podré salir? Sino ¿Qué significa cuidarme? nuestra amenaza es la muerte de la misma manera que lo fue para los apóstoles originales desde el momento en que vieron crucificar al maestro. Pero la reacción es diferente, pues para el que no ve las horas de volver a salir de rumba, la motivación que le mantiene en casa es el miedo; el que busca la oportunidad de servir desde el lugar que sabe que puede hacerlo, es movido por un sentimiento solidario de amor.
Por un lado, el miedo crucifica y asola los alrededores, por el otro el amor llena los espacios, nos da tranquilidad y nos hace pensar creativamente en hacer presencia y en servir. De manera que lo que nos dice este retiro obligado no es otra cosa que el cumplimiento de las palabras de Jesús a la mujer samaritana cuando dijo: “Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre (…) Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad”. Centrémonos en nuestro lugar y en este momento porque lo que está desolado es el mundo y no nuestras vidas; mientras experimentos gratitud y devoción en el aquí y en el ahora, nos haremos conscientes de que, igual que las marías y los apóstoles fueron confirmados en su fe en la mañana de aquel domingo de resurrección, nuestra es la esperanza de recibir hoy esta promesa: “Paz a vosotros”.
