Mientras el país conmovido llora frente al aberrante caso de siete miembros del Ejército que violan a una niña emberá de 11 años, la respuesta del Estado colombiano ha sido vergonzosa. Como así que el Presidente Duque lamenta que se trate de miembros del Ejército cuando lo que debería destrozarlo es la situación que vivió esta niña que queda marcada para toda su vida. Como así que el Fiscal General de la nación propone una pena a estos militares que minimiza el tipo de delito cometido. Y como así que un juez en principio no los encierra en la cárcel y ellos terminan en una guarnición militar. ¿Son estas las respuestas que esperaba un país conmovido por este delito agravado por detalles que llevan al llanto? Definitivamente no, y por eso se requiere tratar de profundizar sobre lo que implican estas actitudes de quienes tienen la responsabilidad de conducir al país y de aplicar justica.
Lo más lamentable de esta reflexión es que lo primero que viene a la mente es que este país empezando por sus dirigentes, se acostumbró a la violencia contra la mujer y particularmente contra las niñas. Parecería que la violencia sexual contra la mujer independientemente de su edad, por ser recurrente en esta sociedad ya se acepta como parte de esta penosa realidad del país. Una salida contundente del presidente que va más allá de hablar con ella por teléfono convocando a dar explicaciones al Ejercito Nacional, era lo mínimo que se esperaba ante la gravedad de estos hechos. Un llamado a un análisis de los valores que la formación militar está impartiendo era lo que ha debido ocurrir. Pero no, que tristeza que sean militares los que cometieron semejante bajeza.
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Lo más lamentable es que este país, empezando por sus dirigentes, se acostumbró a la violencia contra la mujer y particularmente contra las niñas
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Lo segundo es que este aberrante hecho se suma a las múltiples denuncias y hechos comprobados de problemas graves que se evidencian dentro de las fuerzas militares. Sin duda hay en sus filas muchos héroes que el país reconoce y respalda pero ya hay suficientes realidades que llevan a una revisión muy seria sobre la formación en valores en derechos humanos de sus miembros y de respeto a la mujer y a los niños. No son las primeras violaciones a mujeres indefensas porque los análisis del conflicto armado demuestran que también en esos largos años, miembros de las Fuerzas Armadas violaron a muchas mujeres sin que estos casos y este comportamiento recibiera los castigos necesarios ni se evaluara el tipo de formación que estaban recibiendo estos cuadros.
Y en tercer lugar, queda muy claro por estas actitudes de las máximas autoridades que la subestimación de la mujer, esa brecha de género que sigue siendo un reclamo solo de mujeres con el apoyo reducido de algunos hombres, es muy grave en un país donde el poder sigue siendo masculino. Las mujeres que llegan a esos niveles o son más patriarcales que muchos hombres como María Fernanda Cabal, o no logran imponer sus llamados a una mayor equidad entre hombres y mujeres.
Como se siguen conociendo datos aún más vergonzosos sobre este doloroso hecho, es hora de exigirle mucha más contundencia a las autoridades del país, empezando por el presidente Duque, por el ministro de Defensa y por los comandantes del Ejército. Ahora bien, hasta dónde los colombianos vamos a seguir tolerando un Fiscal General de la Nación que desconoce su inmensa responsabilidad en ese cargo, y más aún si actúa de manera liviana cuando se trata de uno de los grandes males del país, la violencia contra la mujer y especialmente contra las niñas.
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