Con la reforma tributaria del 2012 a los empresarios los exoneraron del pago de las parafiscales del Sena (2 % de las nóminas), el ICBF (3 % de las nóminas) y del 8 % del pago de la cuota de salud de los trabajadores. Ello bien podría sumar, en estos cinco años más de $46 billones de pesos, que fueron a parar a los bolsillos del empresariado.
Con la reforma tributaria del 2016 se inició el desmonte del impuesto a los patrimonios superiores a los $1000 millones y deshaciendo el indeterminado Cree (impuesto a la renta para la equidad (¿?)), se restablece el impuesto a la renta al 35 % pero para irlo disminuyendo hasta el 33 % en el año 2019. Con ello quedó claro que, los empresarios, dejaron de pagar impuesto al patrimonio, no pagaron un peso de equidad en el Cree, se embolsillaron las parafiscales y se inició la disminución del impuesto a la renta. Y todo ello, sin que hubiese cambios significativos ni en la formalización laboral (la informalidad sigue en el 64 %), ni en un descenso en la tasa de desempleo (continúa cerca al 10 %), caballitos de batalla con los cuales, el anterior gobierno justificó las medidas.
Ya completamos 14 reformas tributarias en el período neoliberal, en las cuales los impuestos indirectos, impuestos al consumo, entre otros el más reconocido el IVA, vienen aumentando y los impuestos a las rentas del capital, los llamados impuestos directos vienen descendiendo. Es decir, se viene consolidando que los que más tienen, cada vez pagan menos y los que menos tienen cada vez pagan (pagamos) más.
Ya completamos 14 reformas tributarias en las que los impuestos indirectos, impuestos al consumo, como el IVA, vienen aumentando
y los impuestos directos, a las rentas del capital, vienen descendiendo
Esto explica, por qué Colombia sigue apareciendo, con el deshonroso título de ser el tercer país más desigualdad del planeta, cuya circunstancia se oculta en todas las informaciones y expresiones de las cifras de la situación económica y socio-laboral del país, de parte de los registros oficiales.
Ahora se anuncia una nueva reforma tributaria. Tanto el presidente Iván Duque como el ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla, la han considerado como una herramienta significativa para reactivar la agobiada economía, que está exhausta es por la fracasada política del libre comercio neoliberal, y que pretenden reanimar con las mismas medidas que la han deteriorado.
Para esta reforma proponen la disminución del impuesto a la renta de las empresas reduciéndola hasta el 28 %, con lo cual dejan de pagar alrededor de $6 billones. Y según fuentes del Ministerio de Hacienda aspiran a recoger $3 billones adicionales a lo que se ha venido recaudando. En total entonces el gobierno debe determinar otras acciones para completar entonces $9 billones.
¿De dónde saldrán?
Ya también advirtieron que se hará, de una parte, poniendo a pagar impuestos desde salarios de $1 900 000 (hoy es de $3 400 000) con lo cual se incrementará el impuesto a las rentas de trabajo de la clase media. Y de otra, para completar, se recurrirá a ampliar la base gravable del IVA, extendiéndolo a la mayoría de los artículos de la canasta familiar, y si aún no alcanza a completar los $9 billones, pues se aumenta el IVA (ya hay países que pagan el 23 %), para precarizar aún más la mayoría de los colombianos.
Estas medidas, según el gobierno se hacen para que los empresarios "generen" más empleos, cuestión que como ya se ha observado no producen dicho efecto, pero si logran paliar sus dificultades, que descargan sobre los trabajadores, las clases medias y la mayoría colombianos.
No sobra recordar, tal como se dijo por los trabajadores en su momento, que con la reforma tributaria del 2016, que elevó la tasa del IVA del 16 % al 19 %, se generaría desestímulo a la demanda de bienes y servicios, cayendo la economía y aumentando el desempleo, como en evidencia sucedió.
De tal manera que se sigue en el mismo jueguito ya fracasado en el país.
Ni reactivación, ni empleo, pero sí mayores ganancias para los empresarios con mayor precariedad laboral y ciudadana. Seguirá entonces, que en nuestra querida Colombia, la desigualdad será más profunda, incubando mayor descontento e inconformidad, que ya dió su muy importante campanazo de alerta el pasado 17 de junio en los comicios presidenciales.