Ganadores, perdedores y puntos medios, sería el título ideal de la anterior vuelta presidencial. Por un lado, tenemos a Germán Vargas Lleras, catalogado como el gran perdedor de la contienda, aunque con un buen número de votos, 1.407.840, para ser más exactos. Eso demuestra por lo menos, dos cosas: la primera, es que en esta ocasión las maquinarias que han caracterizado a Vargas Lleras y a su partido Cambio Radical no estuvieron a su favor; la segunda es que, a pesar de que para alguien perder nunca es bueno, esta vez sí lo fue.
El que haya perdido Germán Vargas Lleras es un buen síntoma para nuestra frágil democracia; si hubiera ganado, quedaría demostrado que a Colombia la gobierna totalmente la corrupción, pues su partido, el partido Cambio Radical, que tiene a 349 miembros sancionados, 41 destituidos, y 15 condenados, se configuró como una gran fuerza política para los próximos períodos legislativos: obtuvieron 46 congresistas.
Del lado de Humberto de la Calle se puede decir que hubo una traición por parte de su partido, no obtuvo la votación que se esperaba del candidato de un liberalismo que en las elecciones legislativas obtuvo 49 congresistas. De la Calle se hundió con 399.180 votos, que, además de una gran deuda para él, le costó al país desprenderse de un hombre clave para la construcción de paz con justicia social. Y bien, el panorama político, muy dinámico de nuestro país, nos demostró que alguien mentiroso puede dejar de serlo, que la añagaza de la ideología y del sentimiento partidista no es nada más que eso, una añagaza.
Sergio Fajardo sin duda alguna fue la revelación, el hombre que puso a votar a más de cuatro millones de personas por un sueño que quedó relegado a la lucha de egos. Se dijo siempre que el ególatra, el excluyente, el petulante y el endiosado fue y es Petro, pero ¿no será al contrario? ¿No será que la Coalición Colombia se presentaban como los únicos redentores de la democracia en Colombia? A nuestro parecer sí, y ese fue el gran error de Fajardo y los suyos. A lo anterior se le suma que la tal coherencia de Fajardo y de las jefaturas de partido del Polo Democrático Alternativo y de la Alianza Verde no es tan coherente; es muy claro el panorama político, las coaliciones alrededor del uribismo reflejan su parte en esta contienda, esto es, la parte de la corrupción y del continuismo, y reflejan lo peor de la política colombiana.
Coherencia, a mi parecer, no es no votar por un candidato que antes fue mi adversario político, coherencia es entender los avatares de la política democrática y tomar parte en una lucha frontal contra la corrupción, la desigualdad, el clientelismo y el continuismo disfrazado de renovación.