Muchos de los periodistas independientes colombianos han sentido peligro al evidenciar la brutal represión al pueblo durante el último paro nacional, que nos trae a la memoria la Primavera de Praga y la protesta de la Plaza de Tiananmén.
El propio mandato de Duque nos ha representado muerte y sangre de colombianos a los que él estaba obligado a protegerles sus vidas. Duque no escucha a su jefe constitucional que es el pueblo. Estas escenas de represión y muerte solo se veían detrás de la Cortina de Hierro. No se elige presidente para matar al pueblo. Fui de los primeros que en Twitter arrobaba a la Corte Penal Internacional para que se enterara de lo que estaba pasando en Colombia. Ya han sido tantas las muertes y desapariciones durante este paro nacional que me atreví a comparar a Duque con Milosevic, líder serbio responsable de la disolución de Yugoslavia y de la represión a las protestas en Kosovo y Bosnia y Herzegovina.
Terrible fue observar al expresidente Uribe, todavía investigado por la justicia (habiendo sido el primer exmandatario apresado desde el 91), cuando exhortaba en Twitter a la ocupación militar de Cali. También es muy curioso, que a quienes apoyan el paro, los uribistas los califiquen de castrochavistas, comunistas y guerrilleros.
Otra de las características de este paro ha sido la apostasía de muchos uribistas que están manifestando su descontento con Uribe y Duque, no solo por la represión sino también por la reforma a la salud, que no ha sido retirada. Estos disidentes del uribismo afirman que la terquedad de Duque y la ira de Uribe son los que van a provocar más muertos a Colombia.
En lo personal, aunque estamos en democracia, siento que estamos viviendo la sensación de una dictadura civil, como aquella que duró una década en Uruguay y que encerró en la oscuridad por años a personajes como José Mujica, quien llegó a ser presidente.
Y mientras tanto, la procuradora, Margarita Cabello, en vez de fiscalizar al gobierno, promovía en la red de la entidad en Twitter su artículo de El Tiempo titulado “No pudieron antes, no podrán ahora”, en el que escandalosamente le pedía a alcaldes y gobernadores lo siguiente: "Háganse a un lado y dejen que venga alguien que sí pueda hacerlo", insinuando que sean otros poderes los que asuman los mandatos locales. ¿A quién o a qué le están preparando el camino?, me preguntaba yo en mi cuenta de Twitter. Ella, haciendo proselitismo político a través de una columna, dice que la justa protesta es criminal.
No solo las más de 50 muertes reportadas y los 500 desaparecidos, porque Duque lo ha permitido y ordenado, están a la orden del día. No en vano, sorprendió al mundo el video de un alto oficial de policía arengando a la tropa diciendo: "Nosotros podemos hacer uso de la fuerza, y vamos a hacer uso de la fuerza... De malas al que tengamos que joder también".
Pero si la prensa local está silenciando la información, es la misma gente la que está mostrando al mundo todos los videos de la barbarie, incluso en vivo. Sin embargo, también esto ha demostrado que los colombianos nos estamos enfermando psicológicamente por las traumáticas noches de insomnio, en las que muchos no duermen al ser testigos en vivo de cómo la propia fuerza pública mata colombianos por orden de un presidente que pudo haber evitado esto dialogando o haciéndose a un lado. La sensación general entre los colombianos es el deseo de no querer más en el poder a Duque después de tanta sangre que le ha costado a Colombia su presidencia.
Policías infiltrados para hacer quedar mal a los protestantes, también fueron evidenciados. Desde el inicio noté como en Cali ninguna estación de transporte masivo Mío, tenía protección militar y policial, habiendo llegado un refuerzo de 1.400 policías, que pudieron haber hecho barricadas a cien metros a la redonda de cada una de las estaciones para protegerlas. Entonces, mientras las marchas transcurrían con calma por unos sectores, llegaban sujetos, algunos con corte militar, a incendiar las estaciones desprotegidas, mientras un grupo numeroso de manifestantes pacíficos rezaba en otra zona al extremo de la ciudad, en el Paso del Comercio, durante una velatón ante una cruz de velas que estaba en la vía pública.
Fue entonces que llegaron a donde estas personas pacíficas rezaban varios centenares de policías que bombardearon y dispararon sus armas de fuego a diestra y siniestra, matando al sobrino del alcalde Jorge Iván Ospina, cuyo mandato ya estaba secuestrado por las fuerzas armadas. No solo muere a balazos de la fuerza pública Nicolás Guerrero, joven artista, sino que también fallece en su casa la líder cívica y madre comunitaria, Doña Jovita Osorio, por la inhalación de gases lacrimógenos que penetraron en su hogar.
Muchas decenas de heridos, algunos de gravedad, y los médicos también fueron atacados por la policía en un momento que se transmitió al mundo entero en vivo, gracias al campeón de los Dj de Colombia, Juan de León, exalumno mío de Instel, artista apolítico que acompañaba el momento de oración al lado de Nicolás Guerrero, al que vio morir. Millones en el mundo vieron esta transmisión en la que estaba conectada también la cantante Adriana Lucía, que en momentos duros de la represión derramó muchas lágrimas por lo que veía virtualmente en vivo.
Lamentamos mucho el contraste entre los medios locales e internacionales, cuando en Colombia el periodismo distorsionó hechos noticiosos cambiándoles el sentido para favorecer intereses particulares y políticos, a diferencia de los medios internacionales que difundieron los videos y fotos reales de la represión en Colombia.
Los medios colombianos hablaban de un supuesto ataque de los indígenas a los moradores de Ciudad Jardín en Cali, cuando ya los medios internacionales mostraban la prueba reina en video de que el primer disparo contra una chiva de la minga indígena, lo realizara un morador de Ciudad Jardín, ante la mirada atónita de sus vecinos. Los ataques de ese día dejaron a ocho indígenas heridos por los disparos.
La prensa local omitió que la reacción de los indígenas de ir a buscar al asesino al condominio y de rabia al romper los vidrios de un carro, fuera ocasionada por aquel disparo inicial. Ese día, algunos de los civiles con camisetas blancas de los que atacaron a la minga tenían armas de uso privativo que solo las fuerzas armadas pueden portar.
La minga no buscó venganza y decidió irse de Cali para demostrar su intención de paz.
En varios momentos aparecieron dos camionetas blancas entre los miembros de la policía, desde la que dispararon a civiles y a integrantes del cuerpo médico. Hubo tiradores esporádicos contra las personas que estaban en algunos sitios oficiales de la manifestación como La Loma de la Cruz, ahora conocida como La Loma de la Dignidad, punto en donde las protestas tuvieron actividades culturales y sinfónicas.
El comandante de la Policía Metropolitana de Cali acaba de renunciar, pues al parecer sus acciones de represión mortal contra el pueblo caleño le acarrean un problema muy grave ante entidades internacionales de derechos humanos.
Pero lo que más lo compromete fue la incursión de policías de civil que llegaron en dos camiones de la entidad con placas falsas a dispararle a los miembros de la minga indígena que estaban en la Portada al Mar, sin contar que los protestantes tenían la protección del ejército a sus espaldas, que reprimió a los policías de civil capturando a varios de ellos e hiriendo a dos. En ese aspecto, nuestros soldados colombianos cumplieron con su deber de defender a quienes protestaban pacíficamente.
Viví dos dictaduras militares seguidas en Ecuador. Fui testigo del final de la larga dictadura de Brasil. Conocí las dictaduras de Chile y de Argentina en persona. Puedo decir que el terror de esos momentos lo estoy reviviendo y sintiendo en carne propia en Colombia en medio de los trasnochos de miles de colombianos que estamos viendo en directo como este gobierno derrama más sangre día a día.