Una política tributaria servil

Una política tributaria servil

"Pensar que por cobrar impuestos como lo hacen en Estados Unidos nos convertiremos en gringos es como creernos suizos por comer chocolate suizo. Así no funciona"

Por: Luis E. García
septiembre 04, 2018
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Una política tributaria servil
Foto: Pixabay

El ministro de Hacienda anunció que le cobrará más impuestos a las personas y menos a las empresas. El motivo, según lo dijo en Cartagena, es que en los países ricos así lo hacen. El anuncio revela suficiente para reconocer las prácticas políticas que siempre han enredado a Colombia.

Entre ellas está creer que copiando lo que hacen en países ricos entraremos por la puerta del desarrollo, que por compartir los valores de economías pujantes olvidaremos aquello que nos ata a la pobreza y, ante todo, señala una falta de imaginación por encontrar soluciones propias a problemas propios. No es un problema menor. Pensar que por cobrar impuestos como lo hacen en Estados Unidos nos convertiremos en gringos es como creernos suizos por comer chocolate suizo. Así no funciona.

Colombia está llena de soluciones ajenas a nuestros problemas reales. La ideológica extranjera está en todo lado, hablamos de clusters, leasings, big data, smart cities, etc. Un caso de éxito en el exterior debería ser un aprendizaje, mas no un incentivo para copiar sin entender ni una plegaria a la autoridad extranjera. Solo de la comprensión podremos extraer aquellas lecciones relevantes para nosotros, podremos ver si son realizables aquí y si nos guiarán hacia el país que deseamos.

Los estadounidenses entienden qué es un clúster porque ellos estudiaron casos de éxito propios, desarrollaron el concepto y lo perfeccionaron. Llamar a los zapateros del barrio El Restrepo un clúster no los convertirá en el Sillicon Valley de los zapatos así no más.

Aun entendiendo los conceptos ajenos, tenemos que sumergirnos en el contexto colombiano para hacer las ideas realidad. Si entre las tenues necesidades de un clúster está una amplia infraestructura universitaria y unas reglas jurídicas confiables, antes de crear el clúster deberíamos crear esa estructura mínima. Sin ella es como entrenar para el campeonato mundial de patinaje sobre hielo en las playas de Santa Marta.

Sobre todo, deberíamos definir si queremos patinar sobre hielo o jugar fútbol en la playa. Las políticas deben ser consecuentes con lo que buscamos, ellas señalan la ruta para lograr lo que deseamos, dan o quitan recursos, construyen infraestructura, etc.

Un ejemplo, hay muchas maneras de cobrar impuestos, algunas golpean a los pobres, otras al patrimonio —la fuente de generación de riqueza futura—, otras benefician a los monopolios, etc. Diferentes métodos tienen diferentes consecuencias. Si valoramos a los monopolios, les entregaremos beneficios y en el futuro tendremos más monopolios. Si deseamos más pequeña empresa, entonces los impuestos que les cobramos deberían obedecer a ese deseo. Si deseamos incentivar el sentido de responsabilidad de las personas ante la sociedad, entonces así lo deben reflejar los impuestos. Cómo cobramos impuestos refleja lo que deseamos y señala aquello que valoramos.

Ante todo, lo que más deberíamos valorar es el ingenio por encontrar soluciones propias a problemas propios. La propuesta de la economía naranja apuntaba hacia allá. Las ideas propias son el mejor candidato para encontrar soluciones porque nacen de la realidad en que vivimos, no de la realidad de los complejos industriales de Texas. Las políticas que nacen afuera nos anclan a pensar como si fuéramos extranjeros, sin serlo. Nos atan a políticas estériles que parecen gloriosas, pero que carecen de significado aquí. Para marcar nuestro destino, para adueñarnos de él, tenemos que liberarnos de la maña de copiar porque sí. Hay que pensar distinto para construir un país distinto, y nadie va pensar por nosotros.

El gobierno de la economía naranja ahora propone una política tributaria descolorida. La gran innovación, el pilar de la economía naranja, es un esquema tributario que copia al de países ricos, sin explicarnos por qué esta copia es lo que Colombia necesita, sin saber cómo contribuye la política con la búsqueda de la naranja que valoramos y sin analizar la capacidad de hacer realidad la política —me imagino la resolución que obliga al campesino del Vichada a pagar de acuerdo con los últimos dígitos de la cédula que no tiene—.

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