Vivimos una era digital, una era social, una cuarta revolución industrial y de servicios: el furor de la automatización del transporte, el desplazo de empleos en grandes superficies de comercio en países industrializados por parte de la robótica. De hecho, los especialistas informáticos dicen que en cinco años Estados Unidos tendrá una vacancia de más de 35 millones a causa de la robótica.
Mientras que esto sucede en el mundo desarrollado, en países en vía de desarrollo –Colombia— con economías tradicionales sin evolución ni innovación, que contribuyen a bajas rentas, un desarrollo económico inflado, depreciación industrial y exportaciones inicuas frente a sus exportaciones, la política se volvió insustancial, anodina e insípida, al desaparecer aquellos grandes pensadores y filósofos que trascendían la palabra creando nuevas ideas y controversias sanas, al dar vía libre al desarrollo colectivo con garantías que primaban sobre lo individual.
Hoy día, las garantías para la pluralidad, están cada vez atrapadas por aquellos políticos que por su acción de aferrarse al poder, hacen hasta lo imposible levantando polvaredas para manipular las comunidades, engañándolas con frases sosas, febriles y amañadas, al esbozar que la solidez y transparencia de la democracia está cercenada, volcando ideas viejas en pócimas llenas de tóxico y sin contexto, para que esta se enfrente a un dilema —manipulación— que redunde en intereses personales, porque saben que aprender es muy fácil, pero desaprender es difícil, por lo tanto, revuelven las frases para sacar primacía.
Así funcionó el Brexit en las islas británicas, de la misma manera Estados Unidos con la promoción de Trump, Venezuela con Chávez y otros. Porque suponemos que resistirse al cambio, de partido, económico o social es la norma si lo dice un político, pero si analizamos mejor no es la excepción.
Steve Jobs decía "La gente no sabe lo que quiere hasta que se lo muestren". La política como la hacen ver los perdedores, que es dinámica, tiene más de sainete y falsedad, que verdad, lo saben bien quienes profesan la política, por lo tanto hacen coaliciones e inscripciones de comités para recolectar firmas, se alían entre sí, aunque tengan históricamente ideologías adversas y radicales, porque cuando alguien toca la zona de confort donde se han enquistado por siglos, y llega una nueva consolidación de ideas por parte de quienes son capital político, o de un oponente, entran en pánico, susto y febrilidad por el nuevo concepto que los quiere retirar y hacerlos obsoletos. Eh ahí la manipulación de masas.
En lugar de cambiar, se vuelcan al modelo que les da resultado, el modelo mediocre el folclórico, para que el pueblo siga subyugado a la división o polarización ideológica, manejando las emociones y reforzando aún más las contradicciones hacia programas de quien es el mandatario, jefe, administrador o simplemente a quien se oponga a sus ideales.
Sabemos que el 85 por ciento del proceso de decisión es subconsciente, según el maestro y gurú del neuromarketing y experto en neuroinnovación, Jurgen Klaric.
De esta manera se maneja el subconsciente del elector, por las emociones, que impide que seamos racionales y consistentes en nuestras creencias y decisiones. Siempre estamos en contradicción de lo que deseamos y necesitamos de los demás.
En conclusión, aunque estamos en una era donde la robótica está en auge, los autos se conducen solos, las tecnologías de cuarta generación son cada día más irresistibles para el ser humano, los países en desarrollo o pobres siguen con las viejas prácticas de la estigmatización laboral y de género al colocar como fin último los commodities, los mismos viejos capitales de producción, y una política anquilosada en hacer daño a lo tradicional, sin tener en cuenta la vida ni la suerte futura de quienes seguirán el camino de sus ancestros.