Una plegaria
Opinión

Una plegaria

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enero 31, 2014
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Santiago, 24 de enero de 2014

Querido Horacio,

Cada vez se vuelve más complicado ver noticieros en la televisión, no importa de qué país sean. Me he replegado a Internet, para poder leer unos cuantos diarios, siempre escogiendo bien qué leo y evitando cualquier noticia que me haga hervir la sangre de la rabia. Pero esta vez no fue posible. Creo que fue hace tres días, o más, a estas alturas me parece mucho más, que a un futbolista colombiano, Radamel Falcao García, lo lesionaron en el campo de fútbol —ah, tú lo debes saber, con lo futbolero que eres…— Lo que muestra el video es horrible y yo solo pude verlo una vez porque la forma en que su contrincante del otro equipo lo lesiona es brutal. Terrible. El caso es que Falcao se dañó la rodilla y que lo van a operar de, cito de memoria, el ligamento anterior cruzado —si lo dije mal no me importa—.

En Colombia los medios son tan increíblemente provincianos para sus cosas, que le han dado a esta noticia un estatus de “Problema de Estado”. Te voy a describir, un poco en desorden, lo que he visto en estos días en el noticiero de Caracol —supongo que el de la competencia, RCN, no lo hace mal—: 1) repetición infinita del video de la lesión; 2) la llamada que Santos le hizo a Falcao, porque claro, el presidente debe apersonarse de ese problema tan grave que le supone a Colombia que su jugador estrella no vaya al Mundial; 3) entrevista a la abuelita de Falcao —pobre señora—; 4) repetición infinita del mensaje que Falcao dejó en Twitter; 5) “imágenes exclusivas” de Falcao en el ascensor del hotel en el que se hospeda en no sé dónde diantres del mundo, en muletas y con sus médicos; 6) entrevistas con médicos y más médicos que opinan sobre la rodilla de Falcao; 7) mensaje de Falcao “en exclusiva” para los colombianos; 8) la noticia de que el presidente Santos lo va a visitar antes o después de la operación, no sé bien.

Iba a seguir enumerando, pero es que se me revuelve el estómago cuando estas cosas pasan. Yo no puedo creer, no me cabe en la cabeza, que el presidente de un país muestre siquiera un poco de preocupación pública por un jugador de fútbol. Yo preferiría que hiciera su llamada más callado y creerme el cuento de que son otras las cosas que, realmente, le quitan el sueño. No me malinterpretes, Horacio, esto no es nada en contra de Falcao, no es nada en contra de los futboleros como tú, pero me desconsuela —por decir algo, porque no encuentro una palabra más exacta para expresar lo que realmente me pasa—, ver que a algo tan poco importante se le invierta tanta energía. Quizás el asunto tenga que ver conmigo, con las muchas dificultades que normalmente paso para acceder a la salud. La rodilla de Falcao, honestamente, no me importa, más bien me saca de quicio.

En el mismo noticiero, pero en su edición de esta mañana, la presentadora decía más o menos que todas nuestras oraciones iban a estar con Falcao y su pronta recuperación, y por “pronta recuperación” entiéndase “antes del Mundial de Fútbol”. Honestamente, Horacio, si yo rezara, mis oraciones no estarían con la rodilla de Falcao, ni siquiera con Falcao que va a ser operado en excelentes condiciones, por un excelente equipo médico y sin demora injustificada. Mis oraciones, si yo rezara, Horacio, estarían con quienes realmente las necesitan: con tanto ser humano que no puede acceder a un tratamiento médico (y no hablemos ya de una operación), porque la cobertura y calidad de la salud pública son pésimas y las de la privada impagables. Mis oraciones estarían con tanto desamparado que se desgasta y se enferma más si le diagnostican algo complejo; con todos esos que hacen colas interminables y sufren con paciencia esperas eternas por atención médica, remedios o un examen. Mis oraciones estarían con aquellos que, como yo, tiemblan cuando ven las otras noticias, las que muestran el burocrático sistema de salud y la desconfianza que producen las redes de salud pública. Qué bueno que no rezo.

Yo ya sabía, Horacio, que Colombia albergaba un pueblo idiota para elegir a sus dirigentes y ridículo para reflejar sus “pasiones”; pero me negaba a creer que también fuera el más estúpido para priorizar, o al menos para diferenciar lo urgente de lo importante. Me había resignado a cosas inevitables como que un eructo de Shakira y un parpadeo de Sofía Vergara son “noticia” diariamente, o que una reina de belleza sale en la portada de un periódico serio. Creo que había asumido, incluso, la exagerada importancia que se le da al fútbol y a la Selección Colombia. Ya ves, Horacio, las cosas raras de esa sociedad —y lo digo así, con este asco, con esta distancia y con este enojo—. Aunque pensándolo bien, no vendría mal una plegaria, no tanto para que se sane una rodilla tan ilustre, sino para que se iluminen ciertas cabezas.

Abrazos.

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