Con un título universitario y experiencia en el campo de publicidad, Melissa Paerez decidió emprender un nuevo camino profesional: La peluquería. Convencida de que así podría dar mayor rienda suelta su creatividad empezó a pensar en el proyecto desde Londres, donde inició el proceso investigativo. Una vez volvió a Bogotá se asesoró y así nació La Peluquería. No se trata de un museo, ni de un centro cultural pero si de un espacio original, una plataforma física donde confluyen varias artes y técnicas creativas, en función del pelo.
Así como Melissa es publicista, entre quienes cortan el pelo hay artistas plásticas, veterinarias, diseñadoras y demás, que hoy son peluqueras, y no tienen problema en reconocerlo pues disfrutan cada tijeretazo. Todas tienen en común, -que además es condición para trabajar en La peluquería-que nunca han pasado por una academia de peluquería.
Melissa ha querido introducirle gracia y divertimento para estimular la originalidad y vencer los miedos y clichés, comunes entre los peluqueros convencionales. Los miércoles hay maratones “suicidas” donde los clientes reciben un corte gratuito con la única condición de que no pueden opinar, ni intervenir en la iniciativa de quien maneja las tijeras. Se hace con el objetivo de experimentar con propuestas que el peluquero suele cohibirse de probar, y es así como el sitio se convierte en todo un laboratorio donde el cliente pasa a ser un conejillo de indias. En los miércoles suicidas han salido algunos de los mejores cortes que se han hecho en este lugar.
No cualquiera puede ser cliente de La Peluquería. Según Melissa, ésta es frecuentada por personas que se arriesgan a ser diferentes y a salir de los moldes impuestos por la sociedad, inclusive en el look, que es el aspecto donde menos libertad creativa hay. Para ella, la labor que se ha hecho desde el sitio ha sido principalmente la de educar a la gente difundiendo el mensaje de que no todos deben tener el mismo corte y verse iguales. Hay muchos que llegan con ganas de arriesgarse a cambiar de look, pero al trabajar en una oficina se llenan de temor al cambio y en ese orden de ideas se ven como se ven, no por decisión propia, sino por satisfacer a otros.
Aclara Melissa que ser diferente no es ser rebelde ni tener una cresta verde. La labor de la peluquería consiste en explorar la gama de posibilidades de cambio que ofrece cada individuo según su personalidad, físico, contextura y demás características únicas que el peluquero percibe al momento de hacer el corte. Ningún corte es repetido, ni se hacen de forma mecánica. A veces se empieza y no se sabe cómo terminará pues es algo que se da sobre la marcha. Tampoco hay espejos para que así el ritual de cortarse el pelo se vuelva un acto de riesgo, y uno de los momentos que más disfrutan las peluqueras es cuando los clientes se miran ante el espejo, intentando reconocerse a sí mismos otra vez, al momento de haber sido motilados.
Aunque no se hacen cinco cortes por hora, y el promedio diario son doce, el proyecto económicamente es rentable. Además hay otras fuentes de ingreso como son la cafetería, bar y el espacio también sirve como boutique a pequeños diseñadores. A nivel empresarial funciona muy diferente a una empresa convencional, pues no hay línea de autoridad de jefes y supervisores. Su proyección no se dará con más gente trabajando o con más sucursales, sino consolidado hasta el momento, lo que ha hecho de La peluquería un espacio único y novedoso en el más tradicional de los barrios bogotanos.
Aquí algunos de los cortes que se han hecho en el lugar: