El 26 de enero de 2021 falleció Carlos Holmes Trujillo García, entonces ministro de Defensa, como consecuencia de una neumonía ocasionada por el COVID-19. Se convirtió en el funcionario público de más alto perfil en morir por esta enfermedad en toda América Latina. Fueron 16 días de una lucha intensa, pero que al final terminó cercenando la vida a otro ser humano en el país. Al igual que él, ya van otros 52.000 compatriotas que pierden la batalla ante la enfermedad. Como la de cualquier otro coterráneo, su muerte fue dolorosa. En especial para sus familiares y las personas más allegadas al exministro fue una tragedia.
Los medios hicieron lo suyo, divulgaron el acontecimiento y le dieron una amplia cobertura en razón del cargo que ocupaba Carlos Holmes hasta el momento de su quebranto de salud y posterior fallecimiento. El presidente lo despidió con los más altos honores, hasta con lapsus lingüístico incluido, pero con un sentido adió que dejó ver la gran relación que tuvieron. Sin embargo, por muy grave que haya sido su fallecimiento, no se puede negar que fue un grave error ante el público decretar luto nacional por su muerte. Es que la tragedia no solo es por su fallecimiento, van 52.000 colombianos que también han corrido la misma suerte. No era adecuado hacer distinción alguna. Había mil formas distintas de conmemorarlo, pero, bueno, la mesura no va de la mano con este gobierno.
Lejos de los reflectores, y como siempre en las redes sociales, no faltaron aquellos que celebraron la muerte del exministro. Es aberrante ver hasta qué punto nos ha llevado la polarización. Sí, esa polarización en la que nos sumergen día a día algunos mal llamados “líderes” trae como consecuencia estas situaciones tan atroces. Aunque los más reconocidos líderes políticos del país lamentaron la muerte del exministro a pesar de las diferencias, una parte de su público, ese que caldean día a día en contra de sus contradictores, no lo sintieron así. En redes comenzaron las celebraciones a la par de aquellos que lamentaban el hecho. Creo que muchos de aquellos que se dedican a polarizar no saben la bestia que están despertando. Seguir polarizando un país como el nuestro donde la diferencia trae consigo la muerte, es peligroso. Para los que buscan dividir como estrategia política les dejo una frase muy popular de Obama: “Si para ganar una campaña tienes que dividir el pueblo, luego no serás capaz de gobernarlo, no serás capaz de unirlo”. Hay que parar, lo que viene aconteciendo es abrumador.
Es una situación que no deja de preocupar aunque algunos vean insignificante. Que un grupo de personas se alegren por la muerte de un contradictor político, es algo que solo cabe en la cabeza de un desquiciado. Imaginen ustedes sí el líder de aquellos fanáticos que celebraron el fallecimiento de Carlos Holmes llegase al poder o estuviese en estos instantes en el poder. Si en un hipotético caso aquel decidiera fusilar a cada contradictor político encontraría completo respaldo en su fanaticada. Adolf estaría orgulloso de lo que la polarización está logrando en el país.
No se trata de que sufran la muerte como si fuesen familiares o amigos íntimos, sino de guardar respeto por un momento tan delicado. Sí no había nada bueno por decir, el silencio hubiese sido una mejor arma. Para aquellos les digo: “Ya bastante tiene cada día con su propio mal”. No era necesario ser tan miserable. La muerte no discrimina, es algo que parecen ignorar. Elevemos el debate, dejemos a un lado la polarización, y sobre todo, guardemos un poco de respeto por la diferencia. Que la política no nos siga exterminando.