Voy a comentarles sobre los venezolanos que arriban a nuestro país y sobre mi opinión acerca del primer debate presidencial regional desde Medellín.
Comienzo: ¿Alguno de ustedes se ha encontrado recientemente en nuestras ciudades con ciudadanos venezolanos cerca de semáforos, en los parques, calles, trasporte público, centros de salud, talleres, carpinterías, almacenes, supermercados, restaurantes, peluquerías, iglesias, colegios, universidades, oficinas, en empresas privadas, en la industria, en la casa vecina?
Claro que SÍ, porque el ritmo acelerado con el que arriban a diario miles de nobles venezolanos de todas las condiciones sociales, los va involucrando en nuestros quehaceres diarios, allí donde millones de colombianos desempleados, también luchan por conservar o conseguir un trabajo digno.
El más reciente registro oficial da cuenta que en Colombia hay más de 350.000 venezolanos que ingresaron irregularmente al país, pero al parecer hay un subregistro mucho mayor, como lo afirman varias fundaciones que se han especializado en atender a ciudadanos venezolanos. El gobierno colombiano ha tomado medidas, pero insuficientes ante la intempestiva llegada de hermanos venezolanos a nuestras tierras, por cientos de puntos de paso tan vivos como los poros de los 2219 kilómetros de frontera terrestre común.
A esto se le suma que en Venezuela llegaron a vivir un poco más de medio millón de colombianos, pero por las determinaciones inamistosas y excluyentes de los gobiernos de Hugo Rafael Chávez Frías y de Nicolás Maduro Moros, fueron obligaros a regresar, y esta vez ingresan con sus familiares venezolanos, cuyos lazos afectivos, se tejieron desde hace varias décadas.
Dentro de los miles de inmigrantes venezolanos que arriban a Colombia, por motivos económicos, políticos o académicos, hay profesionales de diferentes disciplinas que ingresan afanosamente en busca de un empleo; no solo huyeron a Cúcuta, Bucaramanga, Medellín, a las ciudades de la costa, a Bogotá, Cali o Pasto y sus periferias; también compiten por un empleo en ciudades como Lima, Buenos Aires, México, Nueva York, Madrid y Londres.
Seguramente que algunos inmigrantes jóvenes estudiantes y profesionales, anhelan ocuparse en algo que les permita sobrevivir sin importar la actividad que sea, como vendedores en el sistema de transmilenio en Bogotá, en talleres de reparación de vehículos, cargando cajas en un almacén, como recepcionistas, meseros, cocineros, lavando pisos o en cualquier oficio, después del naufragio.
Colombia debe encontrar fórmulas para aprovechar las competencias de quienes llegan en busca de oportunidades y desarrollar iniciativas de empleo sobre los frentes donde debe crecer; es preciso aprovechar el potencial de estos venezolanos que tienen grandes ideas y muchos talentos.
Por primera vez observamos tan cerca una gran masa de inmigrantes legales o ilegales; la bondad y solidaridad de los colombianos se pone a prueba para abrigar con cariño a estos hermanos y darles su bienvenida como lo merece el Bravo Pueblo que en el pasado ha sido bienhechor de nuestros compatriotas expulsados de sus tierras por la violencia.
Cuatro conclusiones del primer debate televisivo de Medellín
1.- Hizo falta la fuerza de las ideas de Humberto De La Calle. De las cosas que más gustó a la opinión nacional, fue que los candidatos no se acusaron, se concentraron en presentar las propuestas nucleares de sus campañas, expusieron puntos de convergencia sobre el desarrollo del país, sobre el bienestar de los ciudadanos y los presentadores no fueron los protagonistas; si lo fue, la fuerza de las ideas.
2.- Todos los candidatos son extraordinarios; su credibilidad y confianza hacia quienes opinamos, por supuesto que es distinta; sus argumentos son coincidentes en términos estratégicos y difieren en la ejecución táctica de cada propuesta. Todos hicieron un gran esfuerzo intelectual, para aproximar sus argumentos, para presentarlos mucho más equilibrados, con menos sesgos, alejando los fantasmas y la idea de que hay una línea ideológica irreconciliable: dos extremos y un centro.
3.- Si Gustavo Petro fuera presidente no creo que llegue a implantar el absolutismo, déspota y tirano, de Chávez-Maduro. A Petro se le nota su inteligencia y autenticidad; bien sabe que en Venezuela la Ley perdió su soberanía, porque fue subordinada a los decretos populistas y al poder supremo de la Asamblea Nacional Constituyente; por tanto, no podrá gastar su oportunidad histórica, volviendo ingobernable el país.
4.- Si Iván Duque fuera presidente, tampoco ocurriría la exacerbación de las guerras con las guerrillas, ni destrozará el acuerdo con las Farc, ni enterrará las iniciativas de paz construidas con los “elenos”. Es grato observar del candidato Duque, que puede brillar con luz propia por su gran talente e inteligencia; los colombianos se encuentran ante la posibilidad de elegir a un político joven con ideas frescas y que podría gobernar sin las sombras del expresidente Uribe.
Punto final: en redes sociales Gustavo Petro es el presidente; pero en la realidad no virtual, Iván Duque y Germán Vargas podrían dejarlo en tercer lugar.