Llegué con mucho escepticismo a la oficina del director general de Prodepaz, el sacerdote jesuita Óscar Maya Montoya, quien fue elegido hace un año para ese cargo por la junta directiva en reemplazo del también sacerdote Miguel Ángel, quien dejó a esta importante institución, como lo expresé en varios artículos y comentarios en mis redes sociales, en medio de una crisis tremenda de credibilidad institucional.
Entre las críticas más importantes que he hecho a Prodepaz se encuentra, tal y como se lo manifesté al nuevo director, una forma de hacer institucional muy paternalista que no permite la construcción de sujetos sociales empoderados que contribuyan, desde sus comunidades, en las transformaciones sociales y políticas que se necesitan en la región.
Le manifesté que la red de pobladores, proyecto en el que en mi opinión se malgastaron miles de millones de pesos, se había hecho para destruir el protagonismo de las Asambleas Municipales Constituyentes que se implementaron en el pasado y con las cuales el territorio había logrado una visibilización muy importante de los problemas en los municipios y en la región había logrado la creación de políticas públicas local, regional, nacional e incluso de la cooperación internacional a través del II Laboratorio de Paz del Oriente Antioqueño.
Por último, le expresé al muy receptivo sacerdote, y tengo que reconocerlo, que Prodepaz era la bolsa de inversión de las grandes generadoras que se aprovechan los recursos naturales de la región para lavarse las manos en una intervención directa con responsabilidad social empresarial.
Le confesé la molestia del papel jugado por Prodepaz en el nefasto último Encuentro de Líderes del Oriente Antioqueño, cuya convocatoria fue pírrica y sus resultados desastrosos.
Después de escucharme, con mucha atención y de pedir que nos llevaran un tinto, empezó a soltar sueños de renovación para que un nuevo Prodepaz se abra camino y pueda dar sus frutos. Compartió conmigo los retos que él considera tiene la región y Prodepaz. Me habló de la creación de las asambleas por la paz y de los diálogos por la diferencia, además de la necesidad de recobrar la legitimidad para poder ser interlocutor real de transformaciones y agente de desarrollo.
Mi primera impresión es que este sacerdote siente la región, está apropiado de su papel como director de Prodepaz y quiere ser instrumento de grandes transformaciones que le permitan a las comunidades, a los municipios y a la región jugar un papel más activo, mucho más de sujetos social y político.