A mediados de la década de los noventa se daría una explosión excepcional de bandas y artistas locales, que bajo el manto celestial del rock hecho en nuestro idioma, rescatado de la anterior década y tratando de seguir la senda recorrida por otras naciones influyentes como Argentina y México, se dieron a la tarea de darle identidad al Rock Nacional.
No fue fácil, pero gracias al trabajo emprendido por bandas como Kraken, Estados Alterados, Compañía Ilimitada, Kronos, Pasaporte, entre otros, quienes nadaron contra la corriente y se impusieron frente a los ritmos tropicales con los cuales solemos identificarnos los colombianos, fue posible establecer iconos de la cultura alternativa, símbolos de una generación que vibraba al compás de una batería, un bajo, una guitarra eléctrica y unas letras que nos develaban como seres imperfectos, aislados, atormentados por nuestros propios miedos e infelices con los senderos de las urbes que nos dieron la vida.
Las 1280 almas, Aterciopelados, Ekhymosis, La Derecha, Bajo Tierra, Los de Adentro, Juana Dientes Verdes y tantos otros artistas inundaron la escena local, las grabaciones primero artesanales, luego pasaron a ser industriales y sofisticadas dándole gusto al mercado que las solicitaba con fervor. Y se dio el milagro, las frecuencias radiales incluyeron dentro de su programación aquellas canciones subterráneas que mostraban otra cara de esta atrofiada y frenética nación que no aguantaba más, que necesitaba con suma urgencia gritarle al mundo sus padecimientos, y así lo hicieron.
Simultáneamente vino Rock al Parque, un escenario de enorme magnitud para fortalecer nuestros artistas, se hizo presente y sobrevive a pesar de los retos que su propio éxito le ha traído. No obstante, siendo una forma de masificar y democratizar el acceso a la cultura trasladó consigo la cultura de lo “gratis”, del espaldarazo a lo nuevo, a lo de aquí, aplaudiendo lo extranjero, como si fuese lo único que se debe valorar.
Se volvió un desafío aún mayor para los nuevos artistas conseguir quien apoye su talento de manera real, pues a pesar de contar con la suerte de sonar en algunas emisoras, las ventas de sus discos o de las boletas para sus shows no reflejan el soporte requerido para sobrevivir. Ante esta perspectiva, el futuro del rock en estas tierras no es prometedor.
Pese a ello, siempre habrá espacio para soñar. Las buenas ideas requieren de personas emprendedoras que sean capaces de hacer realidad aquello que para todo el mundo es tan solo demencia. Y así fue como unos locos, que han vivido en carne propia lo difícil de surgir y permanecer en un círculo hostil, lograron reunir a 30 artistas criollos entorno al sonido enérgico característico de las guitarras que hacen estremecer el alma y retumbar la voz para increpar todo aquello conocido.
El día del Rock Colombia es una oportunidad para extender lazos de apoyo y colaboración entre artistas nacionales, que olvidan los egos y las diferencias, típicas de cualquier industria, para hacer de la música una posibilidad real en este desierto que muchas veces sepulta las genialidades para darle paso a lo trivial, que vende, pero no transforma realidades. De igual forma, es una apuesta por formar público, por hacerlo consiente de la necesidad de apoyar a los nuestros, como única forma de hacerlos grandes.
Este espectáculo sonoro se realizó el pasado sábado 12 de agosto en las instalaciones del Centro de Eventos Autopista Norte, a las afueras de la ciudad. Sin lugar a dudas todo un acontecimiento que pone un listón alto en la historia de nuestra música, que debe ser superado con creces en posteriores oportunidades.
Qué alegría produce el ver a más de diez mil personas pagar una boleta para ver a las bandas de aquí, valorando su diversidad y dándose a sí mismos la oportunidad de convivir con varias generaciones reflejadas en multiplicidad de estilos que van desde el Punk, el Hardcore, el Metal, el Reggae y muchos más. Sin lugar a dudas ilusiona.
Entusiasma pensar que el próximo año se contará de nuevo con dos tarimas simultáneas, con un cartel de lujo proveniente de todos los rincones de Colombia, con una excelente organización, con un nuevo concepto de festival que además de música ofrezca a la gente bebidas, comida, productos originales de sus bandas preferidas, y en general una experiencia única a la cual se le debe invertir y por la cual vale la pena pagar una vez más.