Hace poco, el diario New York Times, reveló detalles sobre una estrategia secreta que pactaron Estados Unidos y Arabia Saudita para controlar la producción petrolera en el Medio Oriente para luego generar una sobreoferta y precipitar la caída en un 25% de la cotización del precio en los últimos meses. Su estrategia apunta a la manipulación de los precios y producir un colapso en las economías rusa, iraní y de otros actores en el mercado petrolero.
Una política idéntica a la que pusieron en marcha ambos países en 1986, que precipitó el desplome de los precios internacionales y que incidieron de manera profunda en la quiebra de la economía de la Unión Soviética. Indudablemente que Estados Unidos al aumentar su producción petrolera con las nuevas tecnologías del fracking y suplir parte de su demanda interna, originó un cambio en el tablero petrolero mundial, un nuevo orden y nuevas reglas de peso y contrapeso en el mercado del crudo.
Estados Unidos, además de cubrir parte de su demanda interna ha comenzado exportar petróleo a países como Corea del Sur. De manera que la sobreoferta ha debilitado la demanda y ha propiciado el desplome de los precios internacionales. Por eso no es descabellada la información sobre el pacto secreto de los dos mayores productores de crudo para afectar las finanzas de países que están fuera de sus órbitas geoestratégicas.
Especialmente a Rusia que es el tercer productor mundial de crudo, un país que desde que llegó al Kremlin Vladimir Putin ha desplegado una política de resurgimiento imperial, pero con una gran debilidad debido a que el petróleo, el gas y otros minerales son los principales motores de su economía.
La economía rusa depende básicamente de las exportaciones de materias prima y de las ventas de armas, donde el petróleo y el gas aportan el 35% de su PIB, el 50% de los ingresos del Estado; más de la mitad de las exportaciones y el 60% de la actividad industrial.
La estrategia de Estados Unidos contra Moscú hace parte de una política estructurada por el Departamento del Tesoro, a través de su oficina para Asuntos de Terrorismo e Inteligencia Financiera, dependencia encargada de desarrollar una especie de guerra económica contra países hostiles a los intereses gringos. Oficina que tiene acceso al sistema de los códigos SWFT del sistema bancario de la Unión Europea y su espionaje que permite conocer las fortalezas y las debilidades financieras de las grandes multinacionales y de los países. Oficina clave para el despliegue de la guerra petrolera contra Rusia.
La crisis política de Ucrania ha servido de mampara a Estados Unidos y la Unión Europea desplegar una serie de sanciones económicas en contra de Rusia con el fin de diezmar su poderío energético. En virtud de que Europa importa de Rusia el 67% del petrolero y el gas que consume. Por eso al forzar la baja en el precio del crudo debilita de su poder energético, una jugada determinante para reconfigurar un nuevo mapa en la seguridad energética de Europa.
Su finalidad una Europa libre de la dependencia energética rusa, pero dentro de la zaga energética de Estados Unidos y sus aliados. Es claro que detrás de las sanciones de Estados Unidos contra Rusia, se esconde una jugada geopolítica para que su socio estratégico en el mundo árabe, Qatar aumente sus exportaciones de gas a Europa.
Además, con las sanciones económicas lo que busca que las empresas petroleras rusas no pueden de desarrollar explotaciones con las nuevas tecnologías no convencionales debido a que tienen fuertes dependencias en esa materia de occidente.
Por eso las sanciones contra empresa petroleras rusas Gazprom, Lukoil, Surgutneftegas y Rosneft, además de restringir sus accesos a los mercado de capitales de Estados Unidos y Europa, se les impiden celebrar acuerdos con empresas petroleras gringas y europeas para recibir transferencias de tecnologías para los proyectos de explotaciones petroleras en el Ártico ruso, donde se descubrió un yacimiento, cuyas reservas se calculan son equivalentes a las que tiene Arabia Saudita.
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