Nuestra patria, Colombia, nos necesita. No la ataquemos más, por favor. Miremos con altruismo cómo podemos salvarla, no como la arrojamos al abismo. Arrojada al abismo la destrucción es de todos, la agonía durará por mucho tiempo y quién sabe si la podremos sacar de allí todos debilitados.
Unidos en el bien, en el querer ayudar, de verdad, lograremos que nuestra patria salga airosa de todo lo que ha brotado después de pegarle la pedrada al avispero. Todas las avispas se rebotaron, salieron de sus celdas impenetrables, para dar la estocada final, para esperar a mansalva, para unirse a otros insectos en pro de no dejarse. No quieren perder su aguijón con el que siempre se han defendido.
En esa comparación un poco disímil ha salido a la luz más de lo que se esperaba. Tantos grupos violentos, tantos sitios intocables, tanta ignominia, tanto peligro, tanto despojo e indignidad. Para vencer toda esa hecatombe se necesita alma, no miseria de espíritu.
Que hace un hijo de esta patria enredado en la maraña de tanta incongruencia, de tantas nimiedades, que no se pone firme en sus convicciones para ayudar a resolver, a buscar alternativas, a llenar el ambiente de entusiasmo y positivismo, en lugar de estar detenido en la hojarasca, de por sí vacía, mirando y cuestionando tanto asunto baladí, mientras el riesgo avanza con fuerza y frenesí.
Si se mira hacia atrás, nada que hacer ya. Si se mira al futuro encontraremos las opciones. Las opciones están aquí en el presente. Si en este presente no alcanzamos a vislumbrarlas y darles cuerpo para llevarlas por el camino correcto, la vida seguramente será muy difícil, muy grave para el pobre, para el rico, para el empoderado. Quedaremos inmersos en el vacío de una profundidad infinita desde donde nos pesará demasiado no haber obrado de otra manera.
Salvemos nuestra patria. Ya basta de mezquindades. Los que tienen el poder no se amangualen para acabar con las posibilidades que tiene el que no tiene para lograr algo, para vivir con dignidad y decoro.
El mundo avanza, la cuerda está tirante. Hay que impedir que se reviente. Ya no es rebeldía, ya no son ansias de poder, es hambre, es miseria, es total inestabilidad física, mental, espiritual. Se necesita despertar esa conciencia social dormida, que es como si unos fuéramos humanos y otros no.
Esa conciencia que se pensó la despertaría la PANDEMIA, no fue así. Se fueron muchos. Los cogió de sorpresa y la vida hasta ahí llegó, no fue más. Hubo momentos solidarios, algunos por compasión, otros por miedo o quizá por reivindicación. Pero todo fue pasajero. La vida siguió y la PANDEMIA como un sueño se le tiene como un RECUERDO y no como una ENSEÑANZA.
¡QUÉ DURA ES LA HUMANIDAD!