En el transcurso de la cotidianidad colombiana se siente y se percibe que este país no ha tenido cambios positivos, tanto en lo político como en lo social, ya que sus habitantes se han acostumbrado a las situaciones positivas y en su mayoría negativas: a la violencia, al robo, a la corrupción y a los malos gobiernos, por medio de una estupenda estrategia que consiste en la falta de memoria. Todas las atrocidades cometidas por el Estado y la mal llamada “delincuencia terrorista”, las múltiples fosas comunes, los atentados en todos los municipios y departamentos, los desaparecidos, los torturados, y un sinnúmero de hechos deplorables se han borrado de la historia colectiva. Por lo tanto es necesario aclarar que para poder cambiar nuestra patria se deben tomar medidas autónomas.
Cada colombiano tiene que aprender a pensar en el otro, en sus semejantes, a dejar de lado el egoísmo y la avaricia, teniendo la conciencia de que por sus venas corre la misma sangre de los compatriotas hermanos, esa sangre que ha ensanchado la franja roja de la bandera colombiana casi en su totalidad, ya que el azul casi ha desaparecido, porque los mares le pertenecen a los hoteles 5 estrellas de empresas multinacionales y los ríos se encuentran contaminados con el crudo derramado por empresas petroleras. Por lo tanto, dicha franja alcanzaría un diámetro de 4 centímetros que consiste en el ínfimo mar que les queda a algunos pescadores y unos pocos pueblos indígenas. En cuanto al amarillo, que representa el oro, es casi inexistente, porque los españoles en la conquista y los bancos mundiales en la actualidad lo sustrajeron ante nuestras narices, lo poco que nos queda se encuentra en Bogotá, dentro del Museo del Oro, y no es suficiente para alcanzar un centímetro de franja en nuestra bandera. Por lo tanto, declaro que se debe modificar dicho símbolo patrio de la siguiente forma: una franja amarilla con el ancho de un centímetro, la franja azul midiendo solo dos pulgadas y la franja roja abarcando más de la mitad, y chorreando un poco más cada día. Esto es lo que se ha logrado después de tantos años de ser un Estado, que se podría considerar fallido, ya que no hemos podido establecer una hermandad entre nuestros compatriotas por la falta de tolerancia y comprensión hacia las formas de actuar y de pensar de cada persona, porque cuando alguien expresa su opinión lo único que hacemos es atacarlo y declararlo nuestro enemigo.
Por otro lado, la religión católica es otro de los males que han afectado nuestro país; una religión heredada de los invasores españoles que nos masacraron, torturaron, violaron y robaron, esos mismos que nos cambiaron la biblia por nuestras riquezas, como bien lo recordaba el escritor latinoamericano Eduardo Galeano. Esta es una religión que representa la intolerancia, el irrespeto, la xenofobia, la exclusión, entre otras cosas negativas, prometiendo un paraíso inexistente después de la muerte; por eso es común escuchar a cualquier colombiano decir “el que reza y peca, empata”, exteriorizando de esta forma la verdadera ideología de los católicos, debido a que según esto se pueden cometer todo tipo de atrocidades y herejías, siempre y cuando estos se absuelvan mediante la confesión, la cual promete un paraíso eterno a pesar de todos los vejámenes que caben en la imaginación de algún ser humano.
Por otro lado, es de absoluta importancia resaltar cuales son los tratos y puestos que ocupan las personas inteligentes en Colombia, ya que carecen de un mínimo aprecio al interior de nuestra sociedad, teniéndose que excluir y apartar de sus semejantes por el rechazo al que son expuestos todos los días; cualquiera con ideas nuevas y progresistas es y será condenado a no ser escuchado por el temor que causan los cambios que podrían beneficiar a casi toda la población; lo más gracioso de todo es que luego de que las personas caen en cuenta de su error, se arrepienten de no haber aplicado dichas ideas. Es por esta y por otras muchas razones que la educación y la academia carecen de protección, financiación, retroalimentación y estimulación, quedando en un estado de navegación a la deriva por los océanos de la ignorancia y el analfabetismo.
Querida patria, enséñales a tus padres, abuelos e hijos que deben compartir, que no piensen solo en ellos mismos, que las mujeres y los hombres somos todos hermanos, que la patria es de todos y nadie tiene por qué negarnos lo que es nuestro por nacimiento. Olvídate de ese egoísmo generalizado en casi toda tu población. Muéstrale a todos los que han nacido en tu patria que es imposible tenerlo todo, que la ambición y la avaricia no son las formas más adecuadas de progresar y lograr un desarrollo sostenible.
Al recorrer los caminos de tus pueblos y ciudades, puedes ver cómo los que tienen todo, los que tienen poco y los que tienen nada, caminan hombro con hombro, demostrando que todos somos iguales y que lo único que nos diferencia son las clases sociales, la capacidad adquisitiva, el estrato socio-económico, el nombre y los apellidos (esos que tanto le gustan a los que te gobiernan). Pero, al fin y al cabo, estos son solo aspectos superficiales que dependen de la suerte, la historia, las oportunidades o de esa malicia indígena que te enorgullece. Pero, lastimosamente, siempre se te olvida, porque no te importa, lo que cada una de esas personas tiene en su interior, eso que cada uno piensa y la forma en que se comporta, lo que realmente tiene valor al interior de una sociedad.
El día en que la mayoría de tus habitantes dejen de vivir sus realidades según lo que les dictan los medios, solo ese día podrás ser libre e independiente, porque nadie le dirá a alguien lo que debe o no debe hacer; todo dependerá de la conciencia de los individuos sobre lo que es y no correcto, del sentido de pertenencia que tanta falta nos ha hecho. En pocas palabras: cada persona será libre para actuar, pensar, opinar y proponer, sin mentiras, enajenaciones, parcializaciones, exageraciones o falacias, que son el pan nuestro mediático de todos los amaneceres colombianos.