Un hombre desdentado vende, frente al planetario de Bogotá, banderas de Colombia a 20 mil pesos. Aclara que es bueno comprarlas porque hoy mas de 20 mil personas marcharán por la paz y mañana juega la selección. Matar dos pájaros de un solo tiro. Frente a la Plaza de la Santamaria la multitud espera como un pulpo dormido. Casi nadie sabe que Santos, en Palacio de Nariño, ha confirmado que la paz se ha aplazado indefinidamente. El sol da sus últimos estertores. Los pronósticos se han vuelto a equivocar: no va a llover.
Las voces de los universitarios bogotanos se hacen sentir antes de que empiece la marcha. Es como un coro ensayando antes de un concierto. Se regalan flores y abrazos. Un anciano es el único en recordar que hace 70 años Jorge Eliecer Gaitán hizo una marcha del silencio y antorchas, una invención que se la había copiado a las marchas fascistas de Mussolini en Roma, ciudad en donde estudió derecho. Los gritos se convierten en las mismas arengas de siempre. El golpetazo de haber perdido el plebiscito el domingo aún se siente. Nadie luce emocionado. Todos están indignados. Pedro González ha venido desde Nueva Venecia, Magdalena Medio, dos días de camino. Vino porque quiere que las noches estrelladas vuelvan a ser tranquilas como antes de haber sentido las esquirlas de la guerra.
Jesus Abad Colorado ha venido desde Medellín. Aunque allá también está programada una marcha no quería perderse la más multitudinaria de todas. Su cámara, que ha reflejado el horror en los campos, ahora eterniza la indignación de los jóvenes del país que le suplican a Uribe y a Santos parar la guerra. Todos empiezan a alistarse. La marcha va a comenzar.
Súbitamente las antorchas se encienden y las pancartas se despliegan como alas. La multitud ha dejado de ser un pulpo; ahora es un dragón.
En el centro de la multitud detenida, se encienden las velas y oran en silencio. A medida que las llamas se encienden la gente se va callando. El diálogo va por dentro. La procesión por fuera. Lloran en silencio, con los ojos cerrados. Ya no hay rabia ni indignación. Ahora solo hay flores, velas, banderas blancas, LGTBI y de Colombia. Por primera vez las séptima en hora pico ha quedado en paz. El silencio se interrumpe con el himno nacional que espontáneamente empiezan a cantar.
Son las siete y la plaza se llenó. Aun hay gente saliendo del Planetario. El viento ondea las banderas blancas pero no se apagan las velas. La esperanza sigue viva. 40 mil personas están todas juntas, decididas a no dejarse arrancar la paz.
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