El haber estudiado historia no solo me ha permitido conocer las transformaciones políticas, económicas y sociales de la humanidad a través del tiempo, también a la sociedad contemporánea mediante el sentido de nuestro pasado que es la comprensión de nuestro presente y dar una mirada al futuro; saber de dónde venimos, dónde estamos y para dónde vamos, es nuestro horizonte como sociedad humana. En este vistazo hacia el porvenir del mundo no pretendo ser profeta ni nada por el estilo, pero sí relacionarlo en mi labor docente, profesor de secundaria, como punto de advertencia a las futuras generaciones de los errores de la humanidad en el pasado y de referencia a preservar los aportes que nos han permitido avanzar hasta el presente.
En este curso que lleva la sociedad humana, no se trata de ser pesimista frente a los procesos que se han venido y se van a desarrollar, más bien realista de hacia dónde nos dirigimos. En un ámbito nacional, recuerdo años atrás en mi época de estudiante en la Universidad de Cartagena en la clase impartida de historia urbana donde se nos mostraba el constante cambio y crecimiento de la ciudad, sobre todo aquellas zonas que hace más de 50 años eran cuerpos de agua, pertenecían al mar; a veces en mis salidas folclóricas en medio de la clase decía que el día en que el mar se arrebate a reclamar lo que es suyo y devolvernos lo que le hemos dado, no iba a quedar nada. Hoy en día, la mayoría de la población en la ciudad y principalmente sus administraciones pasadas subestimaron lo que la naturaleza es capaz de hacer, para enfrentar algo que creían que nunca iba a suceder; y de esta manera, no evitar el impacto del cambio climático el cual es irreversible, sino mitigar los efectos sobre una ciudad costera. Es en este mismo cambio y efecto, en el que nadie cree hasta que comienza a mostrar su devastador poder.
De igual manera a nivel internacional, en las clases impartidas en el estudio de las civilizaciones desde la antigüedad a lo contemporáneo me llevaba a concluir que tal vez las próximas guerras o conflictos que presenciarían las generaciones venideras, serian completamente diferentes a las que la humanidad fue testigo, principalmente entre los siglos XIX y XX, pues ya no serían por la victoria o derrota total, por la rendición incondicional o expansión territorial y mucho menos por los nacionalismos que movieron los tan proclamados sentimientos patrios que impulsaron las guerras en ese periodo de tiempo, sino por la supervivencia y propiedad de los recursos naturales, principalmente aquel vital para la presencia de vida en nuestro planeta, ese mismo que comienza a tener el poder y capacidad de mover los cimientos económicos, no me refiero al petróleo o el oro, precisamente es el agua. ¿Preparados? Porque el aire que respiramos, cada día se contamina más.