En algún momento llegué a pensar que era un pérdida de tiempo ser crítico frente a la maquinación característica de ciertos emisores de información, pero ya es lamentable el hecho de que un buen número de colombianos —por no decir todos— acudan a estos medios de comunicación que hacen el papel de siervos frente a las élites gobernantes. Aquí el bombardeo informativo es una constante tragedia cuya explicación siempre será difusa, así hablen de un desastre natural, hasta de un escándalo de corrupción en donde merodea un presidente que, a propósito, tiene al magisterio junto con la población del Chocó y Buenaventura en un paro que resuena.
Los chismosos que la gente tanto atiende, hoy padecen de una miopía conveniente, cuestionable para aquellos que están informados y sí ven con claridad el conflicto desatado por las políticas del gobierno nacional, luego cuestionan el por qué no hay un cubrimiento traslúcido frente a las multitudinarias movilizaciones que envuelven el país, junto con su tendencia a satanizar reivindicaciones, mientras tienen los ojos puestos en la casa del Vecino (sí, con mayúscula). ¿Qué es lo que está borroso para los medios? La respuesta es sencilla: los ríos de gente junto a un puñado de peticiones en los principales departamentos y capitales del país, allí se componen arengas sobre un mismo ápice: el descontento formado a raíz de las políticas lesivas e incumplimientos de Juan Manuel Santos.
Predomina una ceguera con las arremetidas violentas del ESMAD contra los manifestantes —llamados ‘’vándalos’’— de Buenaventura, que paradójicamente están exigiendo más inversión en derechos básicos como salud y educación, hasta el momento indignos. Algo muy parecido pasa en el Chocó, allá la gente también anda berraca por una prestación de servicios públicos en condiciones infrahumanas, al mismo tiempo de sentir asiduamente los secuelas de la corrupción.
Por último expreso que mi finalidad no es reiterar los detonantes de los distintos paros, sino dar a entender lo precisa que resulta la necesidad de recurrir a nuevas fuentes de información, unas que se acomoden a al contexto propio y hablen verídicamente de nuestra realidad más que de la del señor de al lado, que no le laman las botas a los mismos de siempre y desarrollen su labor periodística y/o comunicativa con rectitud, siendo que por ahora, los favoritos, sufren de una deplorable miopía intencional.