Pasa la semana y siendo lunes en la mañana mi madre esperaba a sus estudiantes para iniciar clase en la escuela de Las Ánimas, Cartagena del Chairá. Llegó un señor a dar la noticia de que habían dejado un muchacho muerto en el camino, pero aseguraba que no era El Loco. Al momento apareció una estudiante llorando y temeroso, afirmando que el hombre muerto y destrozado sí era El Loco.
La comunidad se reunió para exigirle a Orfilia Trujillo, quien ni siquiera había cumplido un año trabajando en la escuela, que era ella la que debía ir a reconocer y hacer el levantamiento del cadáver. Cuando lo vio, se encontró con un cuerpo maltratado y putrefacto.
Mi madre es una docente excelente, con principios y valores, humilde, respetuosa y responsable. Es una mujer que no se rinde ante las adversidades, lucha por conservar e inculcar principios, ética, moral, conservar el amor, la paz y la unidad en las familias y la comunidad.
Orfilia ha enseñado en veredas donde se han presentado enfrentamientos de guerrilla y ejército. Ha sido amenazada y hasta privada de la libertad. En el 2008 fue contratada para ser la profesora de una escuela en Las Ánimas, un caserío desolado con muchas casas que han sido abandonadas porque la guerrilla obligó a decenas de familias a dejar su tierra y lo poco que tenían. Hoy quedan muy pocas personas en la zona. En Las Ánimas, mi madre vivió en una casa grande de dos pisos con muchas habitaciones. Todos los días caminaba hasta la escuela que quedaba a cinco minutos del caserío.
El día que la guerrilla fue en búsqueda de El Loco era un sábado en la noche. Mi madre estaba en la habitación con mi hermana Adriana, una pequeña de 7 años, la cual dormía. Orfilia estaba llenando formularios y papeles del trabajo, informes de los estudiantes, cuando escuchó que empezaron a llamar al El Loco, quien también vivía en la misma casa. Como no respondía, a través de las ventanas empezaron a apuntar con un láser dentro de la habitación de mi madre. El Loco entró donde Orfilia, pero afuera se escuchaba a las personas que lo buscaban lanzar una amenaza: “Loco, salga, si no lo hace vamos a tirar una bomba dentro de la casa”. Asustada, Orfilia les suplicó que no lo hicieran, estaba con su hija y pidió que la dejaran salir sin hacerle daño.
Uno de los hombres le dijo que el problema no era con ella, pero que si El Loco no salía iban a tirar la bomba. Fue en ese momento cuando mi madre le rogó a El Loco para que se entregara; sin embargo, se negó rotundamente porque sabía que si salía lo matarían. Pero si no salía, no solo él estaba en peligro, sino que ponía en riesgo la vida de Orfilia y Adriana. Mi madre le insistió y al final El Loco se despidió y salió de la casa.
Inmediatamente los hombres lo amarraron y se lo llevaron. A mi mamá no la dejaron salir de la casa hasta nueva orden. Pasó una semana sin que pudiera poner un pie fuera de la casa hasta que por fin aquellos hombres que habían llegado por El Loco desaparecieron.
Orfilia terminó el año lectivo con mucho miedo. Se le dificultaba dormir y sentía que en cualquier momento la historia se repetiría con ella. Sin embargo, se fortalecía al saber que no debía nada y no había cometido algún delito. Al final, logró que la trasladaran de escuela, a otra vereda de Cartagena del Chairá, donde logró estabilizarse durante varios años.
