Haber nacido mujer en una sociedad preponderantemente machista, invadida de creencias culturales que nos incentivan a ser sumisas perpetuas, es el mayor motivo que nos invita a todas nosotras a unirnos en un cambio estructural. Este, ya fue comenzado varios años atrás por mujeres, con el valor suficiente para romper las viejas costumbres patriarcales que nos relegaban. Sin embargo, a pesar de los avances en la materia, aún en la actualidad, nos enfrentamos ante una realidad que nos manifiesta que hace falta mucho más para que la violencia contra la mujer se convierta en un problema del pasado.
Los frecuentes casos de violencia contra la mujer en nuestro contexto son alarmantes, al parecer aún se sostienen ciertas creencias anticuadas que observan el maltrato físico y psicológico contra la mujer como una actividad habitual. Es necesario visibilizar las problemáticas que emanan de la violencia de género, entre estas la violencia contra la mujer, la concientización y la implementación de sanciones ejemplares deben ser prioridad en el quehacer judicial de nuestra sociedad. Pero es aún más importante el rechazo social que debe emerger como reacción inmediata de la población en general, debido a que el problema de la violencia contra la mujer también es un problema de hombres.
Es preocupante observar cómo a pesar de los múltiples casos en donde se violenta la mujer, aún se siente cierta aprobación cultural, la actitud indiferente ante problemas de esta índole es innegable, en los pasados días el Congreso de la República fue un ejemplo de dicho comportamiento. En el recinto se citaba entorno al tema de la violencia intrafamiliar, pero lastimosamente fue el amplio e incomprensible ausentismo que se observó, lo que llamo la atención. El Congreso solo refleja una muestra de lo que es nuestra sociedad en general, la poca importancia que se le otorga a este tipo de problemas, solo permite que cada día se legitimen dichos comportamientos y se le reste importancia a la defensa de los derechos de la mujer. No en vano se deben recordar posturas más torpes que no solo minimizan el problema de la violencia contra la mujer, también la justifican, allí encontramos una representante del machismo antioqueño, que legitima la violencia contra la mujer, en el ya recordado caso del Bolillo, pero, aunque es bastante llamativa esta postura, se encuentra bastante coherencia en su vocación conservadora. Como consecuencia de este tipo de posturas en la actualidad nos encontramos con un problema de larga data.
Evidenciar la violencia contra la mujer con el ánimo de visibilizar una problemática cultural, es el primer paso para contrarrestar el problema, pero no es suficiente y eso lo muestra las cifras publicadas por el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, en donde podemos observar como en los últimos años (2014, 2015, 2016) se encuentra un promedio superior a dos mujeres asesinadas por día[i], sin mencionar los casos de violencia intrafamiliar, la violencia sexual y las distintas manifestaciones de violencia contra la mujer que agravan aún más la compleja situación.
Adicionalmente, en el ya mencionado debate de control político marcado por el ausentismo, nos enfrentamos con una realidad más cruel, cada 12 minutos una mujer es agredida en Colombia. Los feminicidios han aumentado de manera increíble, del 2015 en donde se registraron 100 casos, pasamos a 204 del año en curso, y la impunidad al respecto es deprimente ya que esta es superior al 90%. Estos fueron algunos de los datos de dicho encuentro. Lo que nos deja unas conclusiones no muy alentadoras.
Al respecto se han tenido avances en materia de sanciones, como es el caso del feminicidio, (asesinato de una mujer “por su condición de ser mujer o por motivos de su identidad de género”, como lo define la ley 1761 de 2015), pero no son suficientes los mecanismos que actúan posteriormente, y vemos que es necesario intensificar las políticas públicas que nos permitan previamente desarrollar el grado de conciencia necesario para erradicar la violencia contra la mujer. Esto nos obliga a mejorar las políticas de género, con el fin de lograr un mayor impacto y contribuir de manera más efectiva en la lucha contra este problema.
Nuestra lucha se debe orientar hacia el empoderamiento de la mujer. Una manera de lograr este fin es implementar sanciones ejemplares a los casos actuales en los que se demuestre cualquier tipo de maltrato contra la mujer, rechazar tajantemente la violencia contra la mujeres es nuestro deber ser. Sin embargo, no es nuestro único fin. El cumplimiento efectivo de los derechos de la mujeres se debe adquirir paulatinamente mediante casos que permitan asegurarnos que evolucionamos en la materia, el tema de la violencia contra la mujer es uno de los más graves que afronta Colombia. Pero como diría Simone de Beauvoir: “El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”. Es por esto que apoyamos el valor de la mujer para denunciar, para reclamar sus derechos y exigimos se le brinde la importancia necesaria al problema. Ya que minimizar dicho fenómeno es otra manera de violentar las mujeres.
