La próxima semana abre su exposición en el Museo de Artes Visuales la artista Luz Ángela Lizarazo. Como la escritora brasileña Clarice Lipector, el recuento de la vida son cuentos cortos. Como en el libro Felicidad clandestina o en Lazos de familia siempre caben momentos de duda, un sentimiento de abandono cuando los silencios son ausencias y su minucioso recuento de las cosas cotidianas. Mientras pienso en sus libros, en sus retratos de soledad, en su entorno amarrado a las representaciones de su mundo contado desde la piel de una escenógrafa de cosas comunes, pienso en el trabajo de Luz Ángela Lizarazo, artista bogotana que nació en 1966.
Ella tiene al hilo como conductor. Desde pequeña tuvo imágenes que marcaron su historia con sus imágenes familiares en Anolaima, Cundinamarca donde sus dos abuelas tenían una conexión directa con su eje: una de ellas era costurera y la otra era dueña de un almacén de misceláneas, donde jugaba con los botones, los alfileres y los tubos de hilo. Todos estos mundos afectivos son espacios de donde proviene su extraordinaria manera de conducir formas desde una condición femenina que no aturde por estridente ni aburre por repetitiva.
Su propuesta tiene muchas facetas: dibuja, construye objetos, interviene estampas y realiza instalaciones. Y lo hace, mientras estudia y trabaja materiales diversos de donde nacen sus mil facetas que se extienden desde un tejido mientras profundiza en la fragilidad de una voz pictórica. Dibuja mientras utiliza el hilo como línea.
El relato de la exposición comienza con la obra Entierro (2006), ruana bordada sobre una tapia pisada es un homenaje a los muertos de nuestra interminable guerra.
Estómago (2006)
Sus hilos heterodoxos son realizados en materiales poderosos. Dos tejidos en crin de caballo nos dan cuenta de eso: La novia y Estómago (2006). La primera un gran útero invertidobusca en su manera de realizar la trama y dibujar en color rojo, como metáfora donde se revierte el sentido ceremonial a una red que atrapa sentimientos y acosa libertades. La segunda, relata un desafío a la gravedad utilizando en su repertorio los símbolos cotidianos como propuesta estética, que interpreta a su manera, el proceso natural del estómago, la forma de la piel o, la circularidad de los intestinos en tela.
La frágil piel de la memoria (2006) es un gran dibujo que como los rizomas de George Bataille donde la imagen dibujada se desvanece en una inestable forma de pliegues. Esos pliegues esconden el dibujo que representa órganos de un gran tejido interno.
Celosías estéticas de la paranoia (2008 y en proceso), es una interesante investigación que Luz Ángela Lizarazo realiza sobre las rejas de las casas de distintas ciudades mientras ha ido creando un enorme catálogo de ventanas protegidas como parte de la estética de la insegura fachada de una urbana. Las rejas representan diferentes figuras: desde flores hasta olas del mar, mariposas hasta frías figuras geométricas. El mundo del encierro es parte del repertorio que se utiliza para resguardarse del miedo de la inseguridad urbana. El miedo que cuenta con su propia estética. Por eso, la exposición tiene dos series sobre el tema: Filigranas, de rejas elaboradas en finos hilos de metal y Celosías capilares, tejidas en pelo humano.
Otra de sus realidades creativas es coserle colas a las estampas de los pájaros, donde busca crear una especia de ave, El pájaro real con cola de trenza (2011-2013). Avanza en su mundo del tejido mientras en esa trama emocional, en donde a larga la cola trenzada le genera al animal la impotencia de volar en libertad.
Cabeza tejida (2008)
Las seis poderosas Cabezas tejidas (2008) en pelo son imágenes fuertes que trabajan el espejismo del anonimato porque importa, más allá de los rasgos, las formas ausentes, calladas y solas que esconden una verdad oculta en su anonimato. Y algo similar sucede con los Pasamontañas (2013), máscaras bordadas donde nubes, pájaros, paisajes y testigos esconden la cara de quien oculta su rostro de alguna verdad.
Como si fuera poco, dibuja en vidrio mientras se inventa a las telarañas con sus funciones de caza donde atrapa en la red a sus víctimas y, también son otra manera de conectar la vida y sus mundos con las funciones geométricas del animal que en el aire sostiene su hábitat. Para Luz Ángela Lizarazo, el vidrio resalta la sensación de fragilidad; un tema que está siempre presente en su obra.
Su más reciente trabajo lo realiza con fúrculas de pollo, para nosotros conocidos comúnmente, como los huesos de la suerte del ave. Los teje hasta el infinito para organizar otro mundo de formas y tramas orgánicas como la Bolsa de mercado (2014), una frágil estructura tejida cuya función real es sostener la cabeza y que obviamente hace parte de la estructura del vuelo.
Bolsa de mercado (2014)
Desde su retórica, los trabajos de Luz Ángela Lizarazo tienen como punto de partida, la experimentación con materiales que la llevan a propuestas distintas que de una forma mágica ha logrado fortalecer su lenguaje inesperado.
