Yo no creo que haya muchas diferencias entre Carlos Fernando Galán y Claudia López. Una de las pocas cosas que los diferencian es que Claudia habla duro y no puede porque en un país de machistas la mujer debe ser sumisa, de la casa, de hablar pasito y prudente. Solo las lesbianas gritan, denuncian y tienen pantalones. Las lesbianas, como los gais, son despreciados en este albañal. Acá nos gustan los hombres, los varones que dan en la jeta marica. Por eso Uribe sigue hablando como un capataz, él sabe que no importan las atrocidades que se digan sobre él, si sigue demostrando que tiene los pantalones será el papá de Colombia forever.
En el país de Uribe las lesbianas jamás ganarán una alcaldía importante, menos de la capital. El desplome de la exsenadora, que hace seis meses le llevaba más de treinta puntos al seudoindependiente Galán, solo se explica por la labor soterrada del voto que más pesa en el país, el que se fragua desde las iglesias cristianas. No necesitaron de una guerra sucia descarada para reivindicar la figura taimada de Miguel Uribe Turbay y hundir a Claudia López, tan solo bastaron los señalamientos en las iglesias, en los medios cristianos y de profundo arraigo uribista para mandar al infierno a la campaña de López. Y lo lograron y si nos descuidamos nos ponen a ese buen hijo de Dios del Uribe Turbay que le basta con repetir bien una frase que acá cala y cala bien: no permitiré bajo ningún motivo que los marihuaneros se fumen sus cigarrillos de satán en los parques de Colombia. Esto quiere decir que no pasarán ni maricas, ni izquierdosos, ni periodistas independientes o tuiteros antiuribistas. Lo que buscan los cristianos en transformarnos en buenas ovejas, de esas que ponen el cuello cuando ven la daga.
Con la derecha empoderada no hay propuesta más seductora. Y Galán contará con el voto cristiano y el vecino embejucado porque a su sacro santo hogar llegarán los efluvios de la cannabis sativa podrá levantar el teléfono y llamar al buen amigo el policía para acabar con cualquier vestigio de anormalidad. Con los cuatro años de Peñalosa y los cuatro que vienen de Galán nuestros jóvenes se van a parecer a Miguel Uribe Turbay. Así de decentes, así de simples y buenos. Obedientes, fanáticamente neoliberales.
Con los cuatro años de Peñalosa y los cuatro que vienen de Galán
nuestros jóvenes se van a parecer a Miguel Uribe Turbay.
Así de decentes, así de simples y buenos
A mí no me gusta Claudia López, la consulta anticorrupción me pareció una apuesta demasiado riesgosa, demasiado obvia, una supermillonaria perugrollada con la que de paso lanzó su candidatura a la alcaldía. Sus asesores fueron unos ingenuos, es molesto que alguien se crea de verdad el faro moral del país. Ni hablar de los lamentables anuncios al lado del profesor Mockus. Pero es que pareciera que fuera Claudia o la selva y por eso votaré por ella este domingo. Mi voto y la de los pocos lectores de esta columna no le harán sombra a las disciplinadas huestes cristianas que, teniendo en cuenta el lleno histórico –iba a escribir histérico- que hicieron en el Movistar Arena en el cierre de campaña del pasado lunes 21 de octubre, pueden subir a Uribe Turbay. Sería una distopía. El Concejal de la Familia fácilmente podrá ser el secretario de Educación. En este país la gente respeta más a un tipo como Oswaldo Ortiz que a un periodista serio como Daniel Coronell. ¿Para cuándo el Armagedón?
Con el advenimiento del joven Uribe los raros tendremos que escondernos. Cuidado con lo que opinamos en redes, cuidado con lo que fumamos en la calle. Chicos, la derecha está empoderada y es casi seguro que, si nos ven fumando un cigarrillo liado en papel en la calle, sacarán sus relucientes revólveres sin importar a qué huele el humo. Con Uribe Turbay solo los Padres de Familia Honorables tendrán derecho a andar por las aceras. Sí, no importa lo gorda que nos caiga, la única opción este domingo es Claudia López. Al menos sería divertido que mi tía uribista tenga que tragarse que una lesbiana sea alcalde de Bogotá.
