El embrollo judicial en el que está metido Álvaro Uribe Vélez —que, dicho sea de paso, se originó por atacar con falsas acusaciones al senador Iván Cepeda— tiene a más de uno pensando. Bueno, a los que nos preocupa realmente el tema de justicia en este bochornoso país. Pues cómo no pensar en la justicia que aquí se hace, cuando vemos que el fiscal encargado, Gabriel Jaimes, pide precluir una investigación que tiene mucha tela para cortar. Según el ente investigador, que desde que se inició el litigio siempre ha estado en favor del acusado, no hay nada que justifique llevar a juicio a Uribe Vélez, porque se le están indilgando a este “buen hombre” delitos que no existen, y que todo se trata simplemente de una vil treta para perjudicarlo.
Son cosas que no aterran a nadie: que el organismo encargado de acusar defienda tajantemente al acusado. Sin embargo, por más que se viva en una sociedad como la nuestra, en donde sin remedio todo está corroído, no se puede aceptar tanto descaro. Por eso el senador Cepeda, en tono de no dejar las cosas así, plantea que se está prevaricando. Soy de su humilde opinión: como no creer en un prevaricato si el fiscal general de la nación lo sugirió —o lo colocó— Uribe, con el fin de proteger desde esa cloaca llamada fiscalía a sus cochinos copartidarios. Blanco es, gallina lo pone. Así de simple: se necesita nivelar las cosas desde la justicia para poder maniobrar un país que ya no le cree de a mucho al uribismo.
Maniobras como estás nos dejan muy mal parados: solamente la justicia colombiana permite una comedia en donde el culpable no es culpable. En otros países la rama judicial goza de total soberanía, es fría y no se rinde a las coimas y a las jugarretas que como colombianos estamos acostumbrados a ver. Solamente aquí, estimado lector, los poderosos tienen a su favor la ayuda de funcionarios judiciales que están obligados a proceder con suma neutralidad. Dicho favorecimiento no es común con el hombre o la mujer de a pie, pues a estos, aunque sea inocentes, sí se los empapela y se los manda de una a cualquier celda de mala muerte. En otras palabras, si usted es Uribe o tiene plata viviendo aquí a la cárcel no se va.
Ahora se entiende por qué la gente soborna en las calles cuando se comete una infracción vehicular; paga por un diploma para acceder legalmente al cargo que va a mejorar su condición salarial; hace de la plata, tan escasa por estos días, la solución a todos los problemas que éticamente estarían mal vistos en una sociedad decente. Como nuestra justicia se ha fundamentado en la coima, en el chanchullo y en la tranza, pues resulta comprensible que la corrupción rampante que no nos deja crecer como nación sea la que imponga sus decisiones. Por eso no creo que el senador Cepeda, un hombre de ideales al que hay que reconocerle su labor, consiga algo demandando al fiscal Gabriel Jaimes: Uribe a la cárcel no se va y se le va a proteger hasta que lo saquen de la funeraria rumbo al panteón. En Colombia la justicia es de mentiritas.
