Una joven monja logró imponerse al poder en el Vaticano

Raffaella Petrini, una monja franciscana de 52 años, hizo que el 4 de noviembre los ojos del mundo se posaran al unísono sobre el Vaticano. Francisco acababa de anunciar su nombramiento como secretaria general de la Gobernación del Estado Vaticano, la “número dos”, equivalente a vicegobernadora. Era la primera vez en la historia que una mujer se llamaba a ocupar ese puesto que hasta ahora había recaído en obispos de la Curia de Roma.

Raffaella se ha convertido desde entonces en la mujer de más alto rango en el estado más pequeño del mundo. Con una población de 600 habitantes y 2.000 empleados en el corazón de la cristiandad. Junto a ella está como “gobernador”, el arzobispo salmantino Fernando Vérgez Alzaga. Por sus manos y su despacho del Governatorato, que funciona en un gran palacio en el centro de la Ciudad del Vaticano, pasan a diario el funcionamiento de los bomberos, la policía, el servicio de salud y los museos.

Petrini tiene credenciales importantes para el cargo. La monja romana es licenciada en Ciencias Políticas de la Universidad Internacional de los Estudios Guido Carli y doctora de la Universidad Pontificia San Tomás de Aquino, donde es catedrática de Economía del Bienestar y Sociología de los Procesos Económicos. Hasta hace dos años fue profesora de Doctrina Social de la Iglesia y Sociología de la Salud en el Instituto Internas de Teología Pastoral de la Salud de Roma. Además, tiene una maestría en Comportamiento Organizacional que realizó en la Universidad de Hartford en Estados Unidos.

Pertenece a la Congregación de las Hermanas Franciscanas de la Eucaristía, y estuvo en la Curia del Vaticano desempeñándose como oficial de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.

Raffaella Petrini tiene a su cargo la supervisión de los bomberos, la policía, la salud y los icónicos Museos Vaticanos

Los vaticanistas creen ver en su nombramiento una respuesta de Francisco al movimiento por el reconocimiento de la mujer y su papel en la Iglesia; el papa ha querido acelerar su transformación y ha nombrado distintas representantes femeninas en la cúpula de la Santa Sede. Evidentemente, el cambio se ha hecho sentir en los meses finales de este año, y comenzó cuando el papa creó una comisión en 2016 sobre la historia de las diaconisas en los primeros tiempos de la Iglesia Católica, – como Priscilla, Phoebe, Junia, Chloe, Euodia, Syntyche, Lydia -, los grupos reformistas tienen la esperanza de que pueda haber mujeres sacerdotes un día. Aunque Francisco ha descartado públicamente que puedan llegar a serlo. Pero el paso dado con Raffaella es uno más hacia una estructura interna más igualitaria en la Iglesia.

Los cambios recientes tienen nombre y cara de mujer. Hay seis en el organismo que supervisa todas las actividades económicas del Vaticano. La alemana Charlotte Kreuter-Kirchhof, fue nombrada número dos del Consejo de Economía del Vaticano en octubre. Además, están Eva Castillo, una española que ha ejercido muy altos cargos en Merrill Lynch, Visa, Telefónica o Bankia; la también española María Concepción Osácar Garaicoechea, ejecutiva de primera línea en el banco Santander, Banif, el ICO y el grupo Azora, las británicas Ruth Mary Kelly y Leslie Jane Ferrar, y a la germana Marija Kolak que han desplazado a los hombres en estos cargos.

Tan importante como que, según ha reseñado Vatican News, el papa haya vinculado este año a tres mujeres a la Pontificia Academia de las Ciencias. Tres pesos pesados ganadoras del Premio Nobel. Ellas son la astrofísica canadiense Donna Theo Sricklad, Nobel de Física en 208, y las bioquímicas galardonadas con el Nobel de Química 2020 por sus aportes a la edición genética: la francesa Emmanuelle Carpentier, profesora en Berlín, y la estadounidense Jennifer Anne Doudna, profesora de la universidad de Berkeley.

Como secretaria general del Vaticano, Petrini tiene bajo su supervisión los Museos Vaticanos que son la joya de la corona de los ingresos. Ellos están bajo la dirección de otra mujer, Bárbara Jatta, una romana nieta de una pintora, hija de una restauradora de arte, vinculada desde 1996 al Vaticano y nombrada por el papa como directora en diciembre de 2016 en reemplazo del carismático Antonio Paolucci, quien llevaba nueve años en el cargo. Es responsable directa de las obras de arte que incluyen el monumental techo de la Capilla Sixtina. Con una facturación anual media que gira en torno a los 170 millones de dólares, equivale aproximadamente al 55 % de los presupuestos totales de la Santa Sede.

 Francisco y Nathalie Becquart, la primera mujer con derecho a voto en un sínodo de obispos

Los críticos dicen que ninguna de estas mujeres tendrá poder para transformar en profundidad la dirección de la Iglesia en los próximos años. De los nombramientos, muy pocos están relacionados con temas que aborden la doctrina de la Iglesia. Quizá el más significativo sea el de la monja francesa Nathalie Becquart como subsecretaria del sínodo de obispos, protagonista de otro hito, porque es la primera mujer en la historia con derecho a voto en estas reuniones. Un hecho que se produjo a principios de este año, poco después de que en enero Francisco cambiara la ley para que las mujeres puedan leer la Biblia en una misa, dar comunión y ayudar en el altar durante la liturgia. Algo que ya estaba en muchos países, pero que el papa formalizó para evitar que se impusieran a ello los sectores más conservadores.

El nombramiento de Raffaella Petrini fue visto por la prensa europea como un intento por parte del papa de cumplir “las promesas que hizo hace años” de mejorar el equilibrio de género en el Vaticano. Tal como manifestó la teóloga española Cristina Inogés,  encargada de abrir el último sínodo a comienzos de octubre de este año, dedicado a la sinodalidad -cómo tomar decisiones de forma más colegiada en la Iglesia- : “Se asientan muchas mujeres en puestos claves. El nombramiento de Petrini rompe otro techo de cristal”.

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