Nunca me había tocado ver a Colombia tan polarizada, ni tantas discusiones acaloradas en tan pocos días. Aunque más allá de nuestras fronteras, sí me ha tocado ser testigo de sociedades donde las peleas y broncas brotan de la nada, parten del color de la camiseta o la gorra que se lleva puesta. Esto me inquieta un poco. Me inquieta porque una “Nación dividida no prospera”, y es una verdad de la cual pueden dar fe cualquier sociólogo o historiador. Pero lo más paradójico es que la división que se está generando en nuestra nación, es por dos bandos que buscan y anhelan lo mismo, paz.
Todos, como colombianos nos encontramos frente a un hecho concreto, un acuerdo entre las FARC y el Gobierno que espera ser refrendado o rechazado. Pero como cualquier otro hecho, tiene infinidad de interpretaciones, y este no es la excepción. Y es, la manera como interpretamos este hecho y cómo SUPONEMOS que afectará nuestro futuro lo que nos está polarizando (agrego énfasis en la palabra “suponemos” porque cualquier cosa que afirmamos sobre nuestro futuro, es solo una suposición, una realidad en nuestro imaginario).
Sin embargo, si ahondamos un poco más, lo que en el fondo nos está jugando una mala pasada es el miedo. Miedo que revestimos con argumentos, ideas, pensamientos, razones. Tememos lo que pueda pasar si en el plebiscito ganan los que piensan diferente a mí. Tenemos miedo a que esto se vuelva una dictadura castro-chavista y tememos continuar ahondando el conflicto armado en nuestra nación. Tanto que he escuchado personas decir que tienen listas las maletas para salir del país dependiendo de lo que pase el próximo 2 de octubre.
Y es ese miedo lo que nos lleva a tratar de convencer al otro, así sea imponiendo mis ideas. Pero es que a toda costa debemos impedir que se haga realidad eso que me asusta. Y si toca gritar, humillar, ofender, amenazar, amedrentar, atemorizar, alarmar, burlar, imponer, lo hacemos.
Olvidamos que pase lo que pase el 2 de octubre, el 3 tendremos que seguir con nuestro trabajo o estudio, construyendo país en nuestra cotidianidad. Tejiendo paz, con esas personas cuyos pensamientos no me gustan, cuyas líneas políticas me son opuestas. Pero es que nos guste o no, más allá de lo que nos diferencia y nos está empezando a dividir, son más las cosas que nos unen. Todos somos colombianos, todos queremos la paz, todos queremos lo mejor para las generaciones que vienen, todos luchamos cada día por sobrevivir en este país que nos correspondió, compartiendo una universidad, un trabajo, un barrio, una ciudad, una cultura.
Obvio creo que es necesario el debate, pero no proyectando nuestros miedos. No intentando imponer mi posición buscando colonizar al otro. No en espacios que no me aportan a entender el pensamiento respetable del otro. No donde mi pensamiento no sea escuchado y aceptado con respeto. Porque si nos préstamos para esas discusiones sin fin, lo que estamos haciendo sin darnos cuenta es alimentando más nuestros miedos, no solo los míos sino también los de los otros. Y ese miedo colectivo, se llenará de fuerza e intentará hundirnos en estados de conflicto cotidiano que hace pocas semanas no existían, y esa paz que todos anhelamos se alejará de nuestro caminar diario.
Confieso que me estaba prestando para esas discusiones sin fondo, pero decidí no seguirlo haciendo. Sigo dialogando de este tema que nos incumbe a todos. Comparto mis ideas sobre el tema. Lo hago con personas con una actitud similar así tengan un pensamiento diferente. Y lo hago sin permitir que el tema de un acuerdo entre dos partes, arrebate mi propia paz. Aquella que he decidido construir con Dios, conmigo mismo y con los que me rodean. Paz que espero se extienda y llegue a una colectiva y nacional. Mientras tanto, seguiré haciendo lo que me corresponde, construir paz en mi propia realidad partiendo de mis convicciones y no de mis temores, y es a esto a lo que te invito.
@jjota333
