Se está cumpliendo un año de uno de los capítulos más dolorosos del conflicto árabe-israelí. Como todos, me uno al sentimiento de solidaridad con quienes, durante este tiempo, han sufrido las consecuencias y con ellas un terrible dolor.
Desde ese dolor, es urgente que analicemos las otras guerras que se están llevando a cabo hoy y, desafortunadamente, las que vendrán. Como humanidad, no hemos logrado establecer una institucionalidad que sirva para prevenir, detener y corregir esas violencias.
No sirve el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Formado por miembros permanentes que, como países, siempre han estado en guerra, con intereses geopolíticos en todo el mundo, armados hasta más no poder y siendo los principales desarrolladores de máquinas de matar y exportadores de armas, no logran consensos, no dan ejemplo, no toman decisiones y nunca obran en el interés de la humanidad, sino de sus naciones-estado.
No sirve la Organización de las Naciones Unidas. El feudalismo de sus agencias, la debilidad de su poder político, la dependencia económica de los aportes nacionales, la ausencia de un ejército de cascos azules que sea más fuerte que los órganos de defensa de las partes, y la falta de información de inteligencia, todo lleva a que sea una valiosa instancia humanitaria, pero definitivamente solo espectadora de los acontecimientos. Su Secretario General, en esa telaraña de intereses políticos y económicos de las naciones poderosas, no logra la autonomía que se precisaría.
No sirve la Corte Internacional de Justicia, no por falta de decisión y valentía, que las ha tenido al declarar medidas cautelares y órdenes de captura, sino por la ausencia de mecanismos coercitivos para ejecutar sus decisiones. Antes y después de lo que han dicho sobre los líderes de Rusia, Hamas e Israel, todo sigue igual.
No sirven los órganos multilaterales de defensa. Las sanciones económicas que han impuesto son un chiste que ha fortalecido la independencia de los sancionados, y las acciones de apoyo en armamento para Ucrania y para no vender algunas armas a Israel son apenas cosméticas.
En ese desolador escenario, no podemos dejar pasar la situación. No es admisible que observemos mientras el mundo se tiñe de sangre sin concluir que se necesita una revisión integral de las instancias de la paz.
Nadie ha ungido a ese Consejo de Seguridad y es obvio que está conformado por los países que no deberían ser
Estas reflexiones deben incluir múltiples recapitulaciones: nadie ha ungido a ese Consejo de Seguridad y es obvio que está conformado por los países que no deberían ser. No creemos ni confiamos en los países que se han autoproclamado como los autorizados para decidir que solo esas naciones pueden tener armas nucleares.
Precisamos que la nueva institucionalidad no responda a conceptos de naciones, sino de humanidad. Los continentes que no hemos creado las guerras mundiales tenemos más que decir. Las decisiones de los órganos de justicia universal deben contar con los dientes necesarios para que se hagan realidad.
Si no lo pensamos, no pasará. Si lo iniciamos, un día será realidad. ¡Los seres humanos nunca podemos dejar de soñar!
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