“Soy de Arabia Risaralda, una veredita cercana a Pereira. A los 17 años me fui a Bogotá con la ilusión de estudiar, de salir adelante. Lo mío en ese entonces era trabajar el campo. Sabía que si quería un mejor futuro tenía que ir a la ciudad. Mi primer empleo fue de mensajero. También vendí perros calientes, descargué madera, fui carpintero y conductor de microbús. Después de tanto luchar con el tiempo logré una estabilidad laboral y es cuando decido irme a vivir con mi novia de Cartago (Valle). Con ella empiezo una relación bonita. A pesar de las dificultades éramos muy felices al lado de nuestro niño, mi hijo. Pero un día a las nueve de la mañana recibo la peor noticia de mi vida. Ella sin ningún reparo me dijo en la cara que tenía otro, que ya no me quería”.
Este relato no es una canción. Esta historia es tan real como la vida misma y pertenece a uno de los intérpretes de música popular más importantes de toda Colombia: Jhonny Rivera.
Mirándome fijamente a los ojos Rivera cuenta su pasado sin ningún miedo. Es como si cada vez que la relatara sintiera una liberación, un desahogo por aquellos años duros en los que pensó en todo, menos en seguir viviendo.
Y su relato no se detiene. “Vino después la amarga separación y otra vez los problemas económicos, las deudas. Desesperado llamé a mis papás que vivían en el campo y les pedí que me recibieran otra vez. Les conté que mi situación era complicada, que no tenía por qué luchar, que se me habían acabado las ganas de vivir y que le debía plata a todo el mundo. Recuerdo que mi madre me dijo: ‘Véngase mijo, aquí no se va a embolatar el sancocho y haga de cuenta que nació otra vez’. Y así regresé al campo, empecé a ordeñar vacas con mi papá y mi vida volvió a cero después de estar diez años alejado de mi casa”.
Jhonny Rivera toma un sorbo de agua, respira hondo y continúa su historia bajo la atenta mirada de su hermana, quien es su mánager: “Lo que ganaba en la agricultura era muy poco: casi 10 mil pesos a la semana. Al ver que con eso no podía solventar mis propias necesidades básicas, tomo la determinación de irme para Pereira a vender mesas de teléfono. Buscaba de esta manera un ingreso al terno para seguir adelante. En esas caminatas diarias se piensa de todo, se sufre mucho, se aguanta sol, lluvia y humillaciones. Esos altibajos me hicieron volcarme en la escritura. Yo llegaba a casa y me ponía a escribir lo que pensaba y lo que sentía. En esas tardes de inspiración surgió una canción que quise que la grabara alguien famoso como Darío Gómez. Creía que si él la incluía en uno de sus discos me podían dar plata. Al no tener contactos y no saber cómo funcionaba el mundo de la música este sueño nunca se cumplió. Y es ahí cuando decido grabar con mi voz ‘El dolor de una partida’, un tema al que le puse mi alma y con el que logro lanzar mi carrera musical y zafarme de las garras de la pobreza”.
Ocho años han pasado desde entonces y las giras permanentes por Estados Unidos y Europa no cesan. Tampoco los conciertos con estrellas como Vicente Fernández y las presentaciones oficiales a prestantes personalidades del gobierno colombiano como el presidente Alvaro Uribe Vélez. A veces digo: ‘Uy Dios mío, ¿a qué hora pasó todo esto? Siento que mis éxitos son el fruto de mucho esfuerzo y también se lo debo a Dios, que me dio otra oportunidad. Cuando tuve mi fracaso económico me vi mal de ropa, no tenía con qué comer y creía que era el final. Ahora todo es distinto y solo pienso en mi familia, en darles un buen futuro, una buena vida para que nunca les falte nada”.
TIENE UN HOTEL
Para las vacas flacas el colombiano se está preparando. Construyó un hotel en Pereira con el fin de tener un futuro económico resguardado. “Obviamente estas carreras –advierte– tienen su curva de descenso. Ahora la curva está alta y seguro que va a bajar. Va a llegar el momento en que nadie te va a contratar porque hay artistas mejores, más jóvenes y entonces hay que estar preparado para las épocas malas. Pensé en un hotel porque siempre me han llamado la atención este tipo de lugares porque los visito permanentemente y siempre visualizaba cómo sería si tuvieran este u otro detalle. Ahora que tengo uno he llevado a la realidad muchas ideas que me rondaban por la cabeza”.
SU VOZ
Su música tiene algo especial que enamora y que lleva a su público por los senderos de la nostalgia, la alegría y el dolor. Pero también tiene sus detractores, los cuales dicen que el intérprete no tiene ninguna cualidad vocal. Con esa humildad que lo caracteriza, Jhonny Rivera no se escuda antes esas críticas, por el contrario, reconoce que es verdad que no es un buen cantante. “Obviamente quienes conocen de música encuentran muchas carencias en mí. Al principio me afectó, hoy día no, porque yo siento que si lo hiciera muy mal del todo no hubiera hecho once giras internacionales, no tendría tantos premios, reconocimientos y no llenaría estadios. Mi voz es así y es lo que me ha llevado a estar arriba. Lo que a la gente le gusta es la forma como interpreto las canciones. Han descubierto que son las letras de un ser humano que habla de los sentimientos del pueblo y si el pueblo me tiene como a sus cantantes preferidos es porque hay honestidad en lo que soy y en lo que hago”.
BUSCANDO EL AMOR
Formar una familia, tener el hogar que todo ser humano desea para cuando llegue la vejez y no estar solo es el deseo de Rivera, quien señala que después de su descalabro sentimental, le volvió a pasar lo mismo con otras mujeres.
Por eso dice que nació con cachos (risas). “Me ha ido mal en el amor. He tenido una que otra pareja y casi siempre he sido víctima de la traición. Eso está ocurriendo mucho en este tiempo y creo que no me escapo yo ni nadie. Tengo novia ahora, pero no es fácil tener una relación sana por la viajadera, los celos; sé que Dios me tiene en el camino una buena mujer. Y espero que esta vez sea para siempre porque no quiero pasar por el calvario que viví”.