En octubre, cuando una juez de garantías dejó en libertad al dueño del Ubérrimo, Trump trinó felicitándolo y calificándolo como héroe y aliado en la lucha contra el castrochavismo. Dos meses antes, el vicepresidente Pence había pedido su libertad, después de conversar con Duque.
Esta semana se conoció la intervención abierta del Centro Democrático y del embajador Pacho Santos en la campaña electoral en Florida. Goldberg, embajador estadounidense en Colombia, llamó la atención sobre el punto. Fue él mismo quien fraguó un golpe militar fallido en Bolivia en 2008, cuando ocupaba la representación en ese país. ¡Qué ironía! Como si EE. UU. no llevara más de un siglo interviniendo y dando órdenes en Colombia, obedecidas por nuestros mandatarios casi siempre sin objeción.
Sin embargo, son noticias que no podemos dejar pasar. La estrecha relación entre Trump y Uribe, quienes apenas se conocen, parte de una identificación plena de ambos con el ideario y la agenda de la extrema derecha fascista, fortalecida en el mundo entero gracias al magnate.
Es una agenda que se acomoda a cada caso. La de Trump ha estado marcada por el insulto, la amenaza y la guerra, frente al diálogo y la negociación para resolver conflictos; por xenofobia, supremacismo blanco y racismo; valores patriarcales y cultura machista, desprecio por la diversidad y fanatismo religioso; exclusión social, prioridad de los negocios privados y familiares; desprecio a las instituciones nacionales y globales, y manipulación de sus seguidores, recurriendo al manejo de instintos primarios.
Otro rasgo distintivo ha sido su desprecio por la ciencia. Como máximo vocero de los negacionistas del cambio climático, sacó al país del COP21 y revirtió lo que hizo Obama al respecto. Su desprecio por la pandemia y por los más vulnerables convirtió a EE. UU. en el país con más contagios y muertes. En contra de múltiples voces, incluida la del papa, reforzó las sanciones unilaterales criminales contra Irán, Cuba y Venezuela.
Sus aliados colombianos comparten esa agenda y hacen lo propio. Uribe es el principal enemigo de la paz; desprecia el estado de derecho y concentra cada vez más poder. Como gran hacendado, él y su entorno inmediato han forjado vínculos oscuros con organizaciones mafiosas.
Desprecia a los indígenas y campesinos; estigmatiza a los líderes/as sociales, en un país en donde eso basta para matarlos. Sus trinos no paran y los crímenes y masacres de este año no tienen precedentes. Los negocios privados y familiares a costa del Estado tampoco le son ajenos. Adora al sector financiero. Y el subpresidente ahí.
En la región ningún país le disputa hoy a Colombia su postura incondicional frente a Trump. Algunos ejemplos:
Primero, para intensificar su campaña de cerco y agresión a Venezuela, promovió el Grupo de Lima, que se quedó en el camino. Pero Duque no se dio tregua. Esta estrategia, que incluye la presencia ilegal de tropas estadounidenses en nuestro territorio, busca derrocar a Maduro, apropiarse de los recursos del país, generar una guerra en la frontera y, de paso, darle un golpe contundente al maltrecho Acuerdo de paz.
Segundo, incrementó el bloqueo a Cuba, reversando así el acercamiento político y diplomático emprendido por el gobierno Obama/Biden, con mediación del papa. En la tarea de aislamiento, Colombia también lo apoyó, cuando le solicitó a Washington que incluyera a la Isla en su lista terrorista por negarse a devolver a los negociadores del ELN, una acción en contra el derecho internacional.
Tercero, Duque apoyó a Trump en sus cambios regresivos en el sistema interamericano. La reelección del funesto Almagro como Secretario General de la OEA, en contra de la mayoría de los países, fue maquinada por EE. UU. y secundada por Colombia y Brasil. Situación similar se dio con la elección en el BID del estadounidense Claver-Carone, exasesor del Presidente.
Se ha debilitado la CIDH y su función de defender los derechos humanos. Almagro, con la complicidad de Colombia, no ratificó a su secretario ejecutivo, Paulo Abrao, lo que la Comisión denunció como “grave embate contra su autonomía e independencia”. En la 50 asamblea de la OEA la semana pasada, nuestro embajador, monseñor Ordóñez, se pronunció contra los derechos de los LGBT y contra el enfoque interseccional y el reconocimiento de la diversidad de las mujeres.
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Duque logró romper el apoyo que tuvo en la región el Acuerdo de La Habana, lo que le sirve a su estrategia nacional de desprestigiarlo y desmontarlo
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Así, el uribismo ha sido fundamental en la articulación y fortalecimiento de la extrema derecha del continente en torno a Trump. Con ello, Duque logró romper el apoyo que tuvo en la región el Acuerdo de La Habana, lo que le sirve a su estrategia nacional de desprestigiarlo y desmontarlo. Para lograrlo, no cesa de atacar a la JEP, como también lo hace EE. UU.
Por todo esto, el resultado de las elecciones de hoy martes debe preocuparnos. Más allá de compartir su visión imperial y de su preocupación por el desafío global que les plantea China, Trump y Biden no representan lo mismo. ¿Qué garantizaría el triunfo demócrata? Nada menos que una derrota para la extrema derecha fascista y sus amigos y unas mejores condiciones para la lucha. Bolivia y Chile mostraron el camino.