Identificar la realidad de todo lo que conlleva una sociedad subdesarrollada implica tener en cuenta las distintas percepciones que existen acerca de este término. Para muchos, este hace referencia a aquellos países que se encuentran en condiciones desfavorables, experimentando carencias económicas, sociales y políticas que arrastran a sus habitantes a un hueco que parece casi sin salida.
Históricamente, a los países subdesarrollados siempre se les ha visto de una manera distinta. Las grandes potencias, en muchas ocasiones, los consideran únicamente como oportunidades de control, sometimiento y explotación, en su afán de poder enriquecerse a costa de los recursos y riquezas naturales de estos.
En el caso de los países que conforman Latinoamérica, es común escuchar que estas sociedades no han logrado modernizarse ni alcanzar el nivel tecnológico y económico de los países prósperos. Además, uno de los problemas sociales más agravantes en América Latina es la pobreza.
La mentalidad de dependencia y la cultura de la pobreza, impuestas a lo largo de la historia por las grandes naciones, son factores determinantes que han llevado a estos pueblos a depender constantemente de la ayuda exterior. Este enfoque ha dificultado el logro de la excelencia, además de fomentar un pensamiento individualista en vez de uno colectivo.
Sin embargo, los países latinoamericanos constituyen una gran nación que, en conjunto, tiene un potencial impresionante. A pesar de las problemáticas sociales que hay que cambiar y mejorar, cuentan con diversos recursos naturales y otros factores líderes. Para lograr cambios y aspirar a la excelencia, es crucial comenzar por transformar un pensamiento que a menudo es superficial.
Finalmente, quiero enfatizar que los pueblos subdesarrollados han demostrado, y continúan demostrando, que al igual que los pueblos más poderosos, pueden ofrecer contribuciones significativas en cultura, política e historia. Esto respalda la idea de que toda sociedad puede aspirar a lograr la tan anhelada excelencia.