Se adentra noviembre, en mi cabeza las imágenes de la historia del pueblo cartagenero, el grito heroico de libertad e independencia que resonó en el barrio Getsemaní y que la muchedumbre siguió hasta la Plaza de la Aduana, logrando la firma del acta de independencia de Cartagena el 11 de noviembre de 1811. Esto contrasta hoy con la imagen que tengo al frente, con una armadura y espada que aparece de manera imponente en la figura de Hernando de Santana en la Avenida Salguero de Valledupar, como homenaje al fundador de la ciudad.
Me pregunto si no es una contradicción histórica que en la ciudad del Cacique Upar se erija una estatua al verdugo de los indígenas, pero también pienso que la contradicción está regada en todo el continente, impregnada en el gen desde tiempos inmemoriales, puesto que 500 años después del holocausto indígena, aun nuestro amado nuevo mundo se siga conociendo como América, como si Américo Vespucio al revelar que las tierras pisadas por Colon no corresponde a las indias orientales, sino a masa continental, le hubiera hecho un favor a nuestros ancestros y no hubieses sido ello el detonante de la invasión y con ella la exterminación de los indígenas.
Nuestro país lleva el nombre del navegante que abrió el camino del vejamen, del hombre que le marco las coordenadas a los incivilizados europeos para que se aprovecharan de la inocencia de nuestra gente y saquearan el continente sin la más mínima piedad.
Hace una semana el pueblo cartagenero celebró su independencia definitiva de España, pero aun en la plaza de los coches se aprecia la estatua de Pedro de Heredia, una enorme imagen construida en bronce, que se levanta majestuosa y dominante sobre un alto pedestal, con la vista hacia la actual edificación que ocupa la Alcaldía Mayor del Distrito Cartagena. Tal acto de contradicción sería igual a levantar una estatua de Adolfo Hitler en la plaza de la libertad de Jerusalén, o de Harry S. Truman en la ciudad japonesa de Hiroshima.
Pero las contradicciones en Colombia son más constante y normales de lo que podría parecer, mientras en el año 2010 el estado colombiano celebró los doscientos años de independencia de manera anual, la capital de la república festeja todos los 6 de agosto su fundación, rememorando aquella negra fecha como si fuese un acontecimiento digno de remembranza y no un día de dolor y vergüenza, pensar que los españoles fundaron Bogotá es negar la existencia de los muiscas pobladores ancestrales del altiplano cundiboyacense, que los Chimilas habitaban todo el valle del Cacique Upar y que los indígenas no eran los dueños de esta tierra que los españoles mancharon de sangre.
Hoy doscientos siete años después de la independencia de Colombia los indígenas siguen rezagados en las altas montañas mientras los españoles como héroes ejercen soberanías en las plazas de nuestra patria, mientras los wayuúu mueren de hambre en la alta Guajira, Sebastián de Belalcázar con la mano derecha señala sus dominios en Santiago de Cali y Bolívar nuestro libertador divide el deshonor compartiendo los picos más altos de la sierra nevada con el invasor Cristóbal Colón.