Detrás del cuarto puesto logrado por el equipo colombiano de salto en los Juegos Panamericanos hay una historia de heroísmo y amor por Colombia, que prácticamente pasó inadvertida durante la competencia.
Algunas personas se alcanzaron a preguntar qué le pasaba al jinete René López, que después de cada intervención salía de la pista con lágrimas en los ojos.
En la primera ronda de este jueves bajó la cabeza y hablaba, pero el dolor lo atropellaba; en la segunda ronda, tan pronto terminó el recorrido su brazo izquierdo se descolgó y condujo con una sola mano su caballo hacia la salida, llorando como un niño’.
Solo que muy pocos sabían qué pasaba. El equitador colombiano deseaba de corazón representar a Colombia, llevar a lo más alto el amor por su patria y participó con la clavícula izquierda fracturada.
El infortunado accidente fue días antes iniciar los juegos, pero ya no había nada qué hacer. El compromiso estaba y la ilusión era muy grande. Con ese tipo de lesión, otra persona hubiera desistido, pero él no dudó y salió como un valiente a entregarlo todo por el país.
El martes pasado hizo cero en la primera ronda, aunque penalizó dos faltas por tiempo, pero quedó feliz, mientras le colocaban hielo y calor, trataban por todos los medios de contrarrestar en algo el dolor.
El jueves, en las dos rondas y con unas exigencias de 1.60 metros, el suplicio superó lo que cualquier ser humano pueda soportar. En la primera ronda el caballo se asustó con el muro y la punzada fue mayor, aun así terminó con cinco faltas el recorrido.
Después hielo durante casi una hora y nuevamente al caballo, no sin antes volverse a vendar e inmovilizar parte del brazo, el pecho, sostener un poco el hombro y la clavícula para que la fractura no se abriera, el daño no fuera mayor y la inflamación y el agudo dolor lo dejaran competir.
Quienes lo conocen comentaban que se veía algo raro, más gordo, sin saber que era el vendaje ortopédico con el cual intentaba ayudarse, pero que en competencia era incómodo para acompañar en los movimientos de velocidad a su caballo, llamado “voy con Dios”.
Y si, como dijeron algunas comentaristas deportivas, René iba con Dios, pues ese coraje y entrega solo podían venir de Dios y del amor a su patria. A alguien muy cercano le comentó que en el antepenúltimo salto sintió un punzón muy grande que iba aumentando en cada batida del caballo.
Y no pudo más, descolgó su brazo al pasar la última línea, bajo la cabeza y literalmente lloró a mares.
El único consuelo era que había posibilidades de medalla, la pelea fue dura con Canadá que se quedó con el oro, Con Estados Unidos, que fue plata y con Argentina que hizo el bronce.
A Colombia se le escapó la medalla por apenas 0.3 milésimas, eso también nos separó de un cupo, por equipos, a los próximos juegos olímpicos. La noticia fue dura para todos y hubo más lágrimas.
René quedó desconsolado y lloró por ese resultado, pero dejó la lección de un deportista que con coraje y amor, luchó y entregó todo por su patria.
