Hay que anticiparse a los enemigos de la paz y a sus falsos amigos, avanzando en la conformación de una Gran coalición por la reconciliación en el modo como lo propone Humberto de la Calle para alcanzar un contundente triunfo en la primera vuelta de las votaciones presidenciales del 2018.
Si lo que prevalece es la insensatez y el oportunismo de algunos sectores, el triunfo del expresidente Álvaro Uribe será un hecho, pues su popularidad y audiencia es amplia y se extiende tal como lo confirman las recientes votaciones por alcaldes en algunos municipios del país. Uribe Velez está demostrando que no claudica, que persistirá en sus tesis y en su convocatoria populista.
Desde el ángulo del constructivismo, una potente teoría social que alude a como se construyen y desarticulan las realidades sociales con las practicas discursivas, entendidas como relatos que guían el desempeño de grupos sociales y políticos determinados, los avances y consensos en materia de paz alcanzados por el Estado con las Farc a lo largo de los últimos años, aun corren graves riesgos dada la oposición y sabotaje de los núcleos mas rabiosos de la ultraderecha feudal y religiosa. Además, el triunfalismo y la arrogancia de algunos segmentos comprometidos involucrados en los diálogos es fatal para la proyección histórica de los pactos formalizados en el Teatro Colon, el 24 de noviembre del 2016.
No sabe uno que es peor, si la oposición abierta de la ultraderecha o el triunfalismo oportunista de quienes se dicen amigos de la paz pero han montado un tribunal para armar roscas de compadres y amigotes en busca de prebendas. Son los recién llegados que aparecen más “papistas que el Papa”. De eso hay muchas experiencias en la historia de los movimientos sociales y populares.
Está en curso una áspera campaña presidencial para escoger el sucesor del actual jefe de la Casa de Nariño, a quien parece se le agota el combustible político, y, obviamente, el tema de la paz y su construcción será una prioridad en los debates.
De manera explícita, desde el Centro Democrático, uno de sus más reconocidos voceros, ha dicho que de ser ellos los vencedores en las votaciones del 2018, cosa nada improbable, pues, Álvaro Uribe conserva una amplia popularidad y audiencia entre los colombianos, desmontaran todos los elementos de la paz como la Justicia transicional, la reforma rural integral, la amnistía y la organización de las guerrillas como un partico político legal.
Grave anuncio.
Una alerta que debe recogerse desde ya, para avanzar en la constitución de una Gran Coalición por la paz, como la propone el Doctor Humberto de la Calle en entrevista concedida al diario El Tiempo (http://bit.ly/2lFmWUB ).
Una Gran Coalición que recoja a todos los sectores y grupos defensores de la terminación de la guerra y la violencia, con un candidato presidencial de prestigio, comprometido y de amplio reconocimiento que alcance una contundente victoria en las votaciones de la primera vuelta del 2018.
Avanzar en esa dirección es uno de los grandes retos para los próximos meses.
Esa Gran Coalición hay que construirla desde las veredas, los municipios, los departamentos y las regiones diversas de la geografía nacional.
Doy un ejemplo concreto. En el departamento del Cauca y sus 41 municipios estamos preparando un encuentro de alcaldes para afianzar su compromiso con la paz y el desarrollo de la región, especialmente de cara al Pacifico, mediante infraestructuras que permitan acceder al Puerto de Guapi en el Pacifico.
Por la paz, la consigna es sumar y sumar. No vetar, ni excluir a nadie, como lo vienen haciendo ciertos personajes oportunistas que se creen dueños de los sueños de millones de colombianos.
Nota. Como lo anota Álvaro Villarraga, a diferencia de El Salvador, Irlanda y Sur África, la de Colombia no es una “paz perfecta”; es una paz “imperfecta”, como la de Filipinas, pues los avances alcanzados como los acuerdos con las Farc, coexisten con fenómenos extendidos de violencia política como los que ocurren con el ELN, el EPL, el Clan del Golfo y las pandillas urbanas de Medellín, Bello, Cali, Bogotá, Barranquilla y otras redes urbanas. Villarraga anota, con mucho conocimiento, que el Clan del Golfo es una mutación de antiguos núcleos maoístas asociados con las luchas campesinas de Córdoba, Uraba, Putumayo y el Catatumbo. Algo similar a otros movimientos maoistas como los naxalistas del centro de la India y del norte y centro del Perú.
Una “paz imperfecta” puede dar pie a un rebrote de la guerra social y política especialmente en los actuales momentos de incremento de la agresión imperial encabezada por D. Trump contra los pueblos latinoamericanos. En México bien puede ocurrir una generalizada reacción popular armada contra la tiranía imperial trumpiana y su muro de la infamia.