Cuando uno llega al barrio San Alonso, al vene-espacio, encuentra mucho más que un lugar de atención humanitaria, donde los paisanos del país vecino calman sus afugias. Aunque reducido en metros cuadrados de ubicación, es amplio en amor y acogida a los que por kilómetros han caminado por sus vidas.
El vene-espacio es un aporte de la Fundación Entre Dos Tierras que surgió hace varios años con la propuesta de capacitar, asesorar y brindar herramientas de empoderamiento a la población migrante que venía con una maleta llena de sueños.
“Era gente que se desplazaba de su país buscando oportunidades, pero con una maleta que no venía vacía, que traían algo de capital para emprender algún proyecto o con una visión más clara de hacia dónde ir. Pero las cosas cambian y en el 2017 se hizo crítico”, sostuvo Adriana María Parra Sánchez, abogada y subdirectora de la Fundación Entre Dos Tierras.
A través de las rutas humanitarias Bucaramanga-Cúcuta, Bucaramanga-San Gil o Bucaramanga-Barrancabermeja salen al encuentro de los migrantes para decirles de alguna manera, que los estaban esperando, para aliviarlos, para preguntarles que les duele, si les curan los pies o los soban para darles consuelo y para brindarles también un abrazo.
“Estamos conscientes que la comida la suple mucha gente en la vía; hay gente particular y organizaciones subiendo, dando sándwiches, alimentos, kits con atún como lo hace la Cruz Roja. Pero el tema es bajarse de un carro, saludarlos con algo de alegría si cabe el término, en medio de toda esta tragedia. Les decimos: ¿hey cómo vas, cómo va todo, de dónde vienes? Y hasta hacemos chistes. Pero si los vemos muy quebrados que con solo saludarlos ya van a estallar en llanto, de inmediato los agarramos en un abrazo eterno lleno de muchísima energía, donde le decimos que los estábamos esperando, que sabemos que tan heridos tu vienen, pero que estamos dispuestos a darle un ‘pañito de agua tibia’, que los va a reconfortar para que puedan continuar”.
En la sede la atención se focaliza en dar alimentación entre 600 y 800 raciones diarias, alcanzando picos hasta de 1200 un número extraordinario, sin contar los teteros para los niños, que antes no lo hacían pero que ahora son 150 a 180 teteros. Son muchos infantes que hacen parte de un desplazamiento forzoso.
También hay un ropero cuyas prendas no se regalan, se venden a precios simbólicos de 500 a 1000 pesos como máximo, afirmó Adriana Parra, quien enfatizó que ese ingreso permite pagar la bombonas de gas o los plásticos desechables donde ofrecen la comida con un poco más de sabor, amor y sazón.
Palabras mal usadas
La subdirectora sostiene que no hay xenofobia, que se trata de un término mal empleado en el léxico del común y corriente de la opinión pública y contra el cual ha venido luchando. Dice que más bien se ha salido de dimensión, como suele suceder con el bullying. Ella ve esta problemática desde la óptica de la historia en común que tienen ambos países.
“Compartimos la misma historia, el mismo libertador, la misma Manuelita Sáenz, el mismo territorio porque no se nos puede olvidar que la zona andina de Venezuela perteneció durante mucho más tiempo a Bogotá. Mérida, Táchira, Trujillo y Barinas eran provincias que dependían de Bogotá. Los venezolanos venían a Pamplona, era como el Harvard de la época, y estaban internos en el colegio provincial con los Carmelitas, allí se tocaba ambos himnos”.
Aclaró que sí cree en casos puntuales que han llegado a ser casos criminales, pero que obedecen a casos particulares. Atribuye que el enfoque está en las historias de cada quien y los términos que se deben y no se deben decir.
“Los medios de comunicación acá tienen gran responsabilidad, porque echaron a perder el asunto. ‘Veneco’ nunca fue despectivo. Éramos todos los que estábamos en la frontera, que teníamos doble nacionalidad o portábamos el doble vínculo venezolano-colombiano. Las palabras bien usadas me encantan, y más allá del poder que tiene la palabra se puede generar un impacto positivo o negativo con la sola entonación que le pongas a esa palabra”.
Sí hay xenofobia
Para Alba Cecilia Pereira, directora de la fundación, el término si existe y no como un simple término, los hechos lo confirman. Explica que se está muy cerca de tener una xenofobia muy marcada disimulada con la aporofobia que es la fobia o rechazo a la pobreza o carencia. Esto teje una delgada línea entre un término y otro.
Argumenta que hay una xenofobia institucional fuerte, cuando las entidades no quieren cumplir la normativa por el hecho de la nacionalidad, olvidando que el 80% de la persona migrante o caminante tiene un nexo con Colombia. Pero la problemática en los últimos meses también se agudiza con las afirmaciones o propuestas formuladas en plena campaña electoral a corporaciones públicas.
“Por ahí hubo una candidata electoral a la gobernación que dijo: 'Venezolano si pero no así, mayor control migratorio’. Y me pregunto a qué se refiere, a deportaciones? Que no los van a dejar entrar? Ella no es la persona idónea para hacer este tipo de afirmaciones, ya que los controles migratorios se hacen a través de políticas públicas y ella desde la gobernación no va a ejercer eso. Tenemos candidatos que se encargarán de dirigir el departamento y la ciudad en los próximos 4 años, pero ¿qué va a pasar con los migrantes?", indicó Alba Cecilia Pereira.
Alba aseguró que algunos candidatos se han acercado a la fundación y les han dicho que les dan lo que necesitan para el mes, pero a cambio de votos. “Y así se hace política acá y eso es corrupción. Con ninguno hicimos tratos, porque me parece que la política es muy bonita para dañarla con temas de este tipo. Si ningún candidato hace un planteamiento serio para el tratamiento de los migrantes, estamos mal como región y como ciudad”.
Pero en toda la problemática resaltó el apoyo de los santandereanos de a pie y de la oficina de Asuntos Internacionales de la Alcaldía que les ha brindado respuesta efectiva en salud y educación. Pese a los tropiezos con la administración, con nombre propio destacó a Natalia Durán, como una persona incondicional que saca la cara por el gobierno local.
“Si hay xenofobia. Porque cuando tú ves un trato justo con el que tiene dinero y un trato agresivo contra los que no tienen nada, que nombre le pones? Aporofobia? listo y de ahí a la xenofobia cuantos kilometros hay, sencillo: es una delgada línea que define una frontera invisible. Pero las autoridades han hecho de este tema un tabú en la región sin una postura clara”.
La migración es de largo aliento. Por lo menos 3 o 4 años más se prolongará hasta tanto Venezuela tenga opciones de cambio y oportunidades de retorno. La xenofobia que se evidencia en la ciudad o en la región no es contra los otros extranjeros que viven en la ciudad o en el Catatumbo, no es siquiera migración en general, es un tema específico con el venezolano. La discusión sigue y entre tanto caminamos sobre la delgada línea entre las fobias por lo que no es de aquí.