Es obvio que ‘viajando se aprende’. Pero con motivo de una visita a Marruecos quisiera profundizar al respecto.
Varios puntos interesantes me llevaron a una conclusión que se presenta al final, la cual a pesar de haberla defendido al nivel de la teoría no la había propiamente vivido.
De hecho una primera sorpresa fue la confrontación con un mundo diferente. Como turista se asume que existen monumentos, paisajes, sitios turísticos, incluso costumbres que uno va a ‘ver’. Es decir que no se busca una relación para entender lo que se ‘ve’ sino que como espectador uno encontrará lo que ofrecen al turista. Pero, tal vez por la suerte que tuvimos con los guías que nos tocaron y lo que ellos nos mostraron, la primera constatación es que es un error de perspectiva el compararnos con lo que se visita usándonos nosotros mismos como punto de referencia. Para esa cultura lo ajeno es nuestra cultura, nuestros valores, nuestra visión del mundo. Los que somos diferentes somos nosotros, no ellos.
Desde el momento que se entiende esto, el viaje se convierte en exploración, en descubrir como es un mundo que no tiene nuestros mismos problemas ni nuestros mismos objetivos.
Cada elemento de su historia se interpreta acorde con eventos y referencias que divergen de las nuestras.
Su identidad en este caso la da su vínculo con el territorio y con el idioma. Lo más repetido por ejemplo es que son berberes como nación a pesar de ser árabes por la lengua y por la religión. O su noción de las fechas se relaciona con las dinastías reinantes, no con la cronología occidental. O no buscan ofrecer platos de cocina diferentes de los heredados de sus ancestros.
La nuevo que nos pasó está en que, gracias probablemente a ser más accequible por la relación más cercana con ‘Occidente’ (la cercanía a Europa, el comercio, la conquista y la influencia arabe de el andhalou fue en realidad bajo las dinastías marroquíes) se logra salir de la idea que dan los libros y toma el sentido de una vivencia.
Pero igual o más interesante son las nociones que se corroboran, pasando de ser informaciones teóricas a convertirse por la vía del ejemplo en realidades.
Se entiende o se asimila el hecho de que la ‘cultura occidental’ no es la regla ni el parámetro bajo el cual se rige la humanidad. Al ver la distancia que separa un país tan lejano de lo que nosotros consideramos ser ‘desarrollados’, y sentir el arraigo en sus propios principios y valores, se concluye que su ambición no es seguir los pasos de Occidente.
Y casi automáticamente se extrapola a todos los estados y naciones que se encuentran fuera de la órbita del sol norteamericano. Se dimensiona el mundo no de acuerdo al modelo consumista que caracteriza a Occidente, sino reconociendo que cada cultura tiene su propia valía, que existen decenas de culturas con condiciones igual de respetables, y que la población que vive bajo el conjunto de ellas es muchísimo más importante y tiene más futuro que el de seguir el ‘destino manifiesto’ que se autoasignan los Estados Unidos o el ‘fin de la historia’ que Fukuyama consideraba que se había alcanzado con la ‘democracia capitalista’.
Lo más significativo que se puede desprender de pasear Marruecos, es que con otras formas de gobierno y de régimen político pueden funcionar los países
Porque lo más significativo que se puede desprender de pasear Marruecos, es que con otras formas de gobierno y de régimen político pueden funcionar los países.
Es también obvio que algo similar pasa con casi toda civilización extranjera; ya sean los chinos, los japoneses, los árabes propiamente, sean saudíes, o irakis o iraníes, con Singapur, con cualquiera de las Coreas, etc... Uno sabe que son países que ‘funcionan’, que no requieren ser ‘democráticos’ para alcanzar el ‘desarrollo’; pero el vivirlo, el sentir que la gente no objeta su modelo de gobierno (aúncuando lo critiquen), el ver que bajo otros modelos se dan sociedades estables y armoniosas, lo hacen a uno reflexionar sobre si en verdad la ‘democracia’ y sus valores y sistemas -en el momento en aparente deterioro- son los que se deben prevalecer en el mundo; sobre si las guerras y ‘sanciones’ que imponen los Estados Unidos (con su cohorte) a quienes no adhieran a ese modelo son justas y justificables; sobre si en las alternativas de relaciones con otras culturas estamos acertando al apoyar la imposición de la nuestra a las buenas o a las malas, por la razón o por la fuerza.