Vivimos en un mundo de ilusiones, llenos de sueños que nos impulsan a levantarnos cada mañana. Sin embargo, a medida que crecemos y avanza nuestra vida vamos desistiendo de algunos sueños y no hacemos lo necesario para que se conviertan en realidad. La mayoría de las personas viven en piloto automático y dejan pasar el tiempo. Sin lugar a duda, caemos en la trampa del “algún día cuando”: "Algún día cuando tenga una familia", "algún día cuando acabe la universidad"… Construimos con nuestra propia mente, un muro que nos limita y nos lleva a creer que cuando tengamos tal cosa, estaremos en condiciones de alcanzar esa meta o ese sueño. Sin embargo, la manifestación de nuestros sueños se va a desarrollar de acuerdo a las convicciones que tengamos de nosotros mismos. Nosotros nos definimos cada día, en cada momento, en cada interacción transmitimos lo que somos. El ilustre filosofo griego Aristóteles dijo una vez : “Somos lo que hacemos día a día, de modo que la excelencia no es un acto, es un hábito”. ¿Qué hábitos son los que tenemos que desarrollar? ¿Somos coherentes con lo que somos y queremos?
Se ha dicho que entre más grande sea el sueño mayor serán los beneficios, pero más difícil será conseguirlo. Muchas personas han dejado de soñar en grande temiendo que sea mucho para ellos o que no lo puedan alcanzar, se enfocan en sus miedos y van paulatinamente dejando de vivir la vida. ¿Quién nos dijo que debíamos tener límites para soñar o que no éramos lo suficientemente grandes como para alcanzarlos? El famoso actor, Will Smith, enfatiza en qué no hay nada que perder a la hora de soñar en grande. “Ser realista es el camino más común a la mediocridad”.
Sin embargo, de nada sirve soñar si no se actúa. Las cosas no se darán porque consideramos que nos las merecemos, se van a dar porque las atraeremos hacia nosotros a través de esfuerzo y acciones determinadas. Tenemos que mejorar cada día y desarrollar autodisciplina para forjar nuestro carácter. Un carácter que nos haga ver la vida desde una perspectiva de posibilidades, un carácter que se ha creado para diseñar el futuro y dejar atrás el pasado. Las decisiones al momento de fracasar es lo que diferencia a los ganadores de los mediocres. Algunas personas aceptan lo que reciben y están dispuestas a seguir viviendo de esa manera, mientras que otras asumen sus errores, superan sus límites y trabajan día a día a través de unos hábitos creados para vivir una vida que ni en el mejor de los sueños se habrían imaginado. El seleccionador mundial César Menotti expuso: “No se puede llorar cuando se pierde, se llora cuando se traiciona al compromiso”.
Comprometámonos con nosotros mismos a ser mejores y a no dejarnos vencer por lo que no podemos controlar. El éxito no está garantizado, pero quedarse quietos garantiza el fracaso. Tú defines tu vida, empieza por definir este momento.