Escribe Swami Sivananda de Rishikesh, en su libro Bliss Divine, escrito hace más de 80 años, que la educación es el desarrollo de todo el ser humano: intelecto, corazón y cuerpo. Y que el fin último de la educación es despertar la divinidad inherente de cada persona.
Educar es preparar para la vida. Si no hay claridad sobre el propósito último de la vida, no habrá tampoco claridad sobre qué hacer en las escuelas e instituciones educativas. Por eso, las preguntas fundamentales que debemos hacernos para pensarnos la educación deberían ser algunas como las siguientes: ¿de qué se trata la vida? ¿Para qué habitamos este cuerpo y esta tierra? ¿Con qué propósito?
Educación es preparación para la vida y el propósito de la vida es la evolución de la conciencia, el auto perfeccionamiento y el desarrollo espiritual. Habitar este cuerpo y esta tierra, venir acá, para aprender las lecciones necesarias, sanar los núcleos familiares, corregir nuestros defectos, ejercer nuestros dones y misiones, ayudar a otros, transformar nuestros patrones negativos, disolver nuestros karmas y nudos, y expresar nuestro máximo potencial, intelectual y de conciencia.
Las dimensiones que Swami Sivananda propone para trabajar en las escuelas son las siguientes: 1-Desarrollo ético y moral, con el ejemplo de los profesores, como la base de la escuela. 2-Desarrollo del intelecto: enseñar a pensar, desde lo artístico, lo científico y lo práctico, de una manera no fragmentaria. 3-Desarrollo del carácter: ayudar a forjar un carácter firme, puro y bondadoso. 4-Desarrollo del cuerpo y de la salud, a través del juego, el ejercicio, el deporte y el yoga. 5-Desarrollo de aspectos prácticos: para poder conseguir un trabajo, ganarse la vida y desenvolverse en el mundo, como complemento al desarrollo intelectual. 6-Desarrollo espiritual, que sería lo más importante. Lo espiritual debe ser la base de la escuela, como valor último y propósito de la vida. Con un enfoque teórico y práctico. Sivananda sugiere empezar los días con silencio, con meditación, con oración, con canto, con música, con gratitud, con autorreflexión. Así mismo, realizar estudios sobre las diversas escrituras sagradas y las enseñanzas espirituales universales, y de la vida de sabios, santos y seres inspiradores para aprender de sus virtudes (pensemos por ejemplo en Gandhi, o en Mandela o en grandes artistas y científicos).
Dice el Swami Sivananda que la relación entre el discípulo y el profesor
debe ser íntima, cercana.
No una relación comercial-profesional, sino la que existe entre hermanos
Dice él que la relación entre el discípulo y el profesor debe ser íntima, cercana. No debe ser una relación comercial-profesional, sino una relación como la que existe entre hermanos, unida por un vínculo de afecto y cercanía. El profesor debe ser un guía amoroso, nunca un “patrón”. Es deber del profesor ganarse el respeto y el afecto de sus estudiantes (y no miedo u odio), con su calidez, rigor y conocimiento. El sólo progreso intelectual no hace grande al profesor. Su pureza de corazón y su bondad son necesarias. Los profesores deben llevar una vida espiritual rica. Deben meditar, deben explorar el autoconocimiento, deben trabajar en sí mismos, en su sanación, en el desarrollo de su conciencia. Así los estudiantes podrán encontrar inspiración en las vidas de sus profesores. Los profesores deben ser conscientes que su dedicación es esencial para formar a los futuros ciudadanos. Su labor es única y muy poderosa.
Nos mueve el dinero, el éxito material, la fama y los títulos. Por ello, el ser interno debe ser educado para que pueda prestarse un servicio a sí mismo, realizarse, ayudar a los otros y a la sociedad. Por su parte, las escuelas no pueden ser negocios porque el criterio último es la ganancia y no la evolución de la raza humana.
Sería maravilloso que los ejes curriculares de nuestras instituciones educativas fueran las dimensiones del desarrollo humano, como las mencionadas arriba, y no las áreas del conocimiento, fragmentadas. Que niños y profesores fuéramos a los colegios a desarrollar esas dimensiones y a evolucionar en conciencia, a aprender a vivir y a aprender a pensar. Que nos sacáramos de la cabeza tanta tara con las pruebas estandarizadas, la productividad y los indicadores macroeconómicos porque, como dicen sabios y maestros, el propósito con que habitamos esta tierra es mucho mayor. Y eso no se nos enseña en las escuelas.
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Swami Sivananda de Rishikesh es considerado uno de los maestros espirituales más importantes del siglo pasado. En India es considerado como un San Francisco de Asís del siglo XX. Publicó más de 300 libros y dedicó su vida al servicio de los pobres, a la medicina y a la difusión de la enseñanza espiritual. En Colombia es conocido pues fue maestro de Swami Satyananda, quien visitó Colombia y fundó la Academia Satyananda hace más de 40 años, una escuela de conciencia y de yoga muy seria. Recomiendo su libro Bliss Divine, en el que habla, entre otros, sobre educación.