Una enfermedad llamada uribismo

Una enfermedad llamada uribismo

"El estallido social producto de sus políticas tiene a la sociedad colombiana luchando una dura batalla para implementar la cura"

Por: Andres Bermudez Cardona
junio 01, 2021
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Una enfermedad llamada uribismo

El uribismo es un como cáncer, un cáncer que por 20 años ha carcomido a Colombia y hoy la tiene en estado terminal. Invasivamente penetró todas las esferas de la sociedad colombiana, corrompiendo a su paso desde las instituciones del Estado y la fuerza pública hasta el paisaje hermoso de la bella Colombia, hoy en riesgo por sus políticas de destrucción del medio ambiente. En su escalada, el uribismo infectó de paramilitarismo el Congreso, infectó de narcotráfico a los organismos de control e infectó de corrupción el poder público.

Sus seguidores —los seguidores de Álvaro Uribe Vélez—, quienes propagan esta enfermedad, son como una secta. El perfil del típico uribista es muy claro: clasista, machista, con ínfulas de superioridad, elitista, poco estudiado, bastante ignorante, vociferador y matonsuelo. Además, está convencido de que sus derechos están por encima de los de aquellos que no piensan igual que él y, eso sí, es muy religioso. Dios primero —dicen— antes de ajustarse el revolver al cinto para después disparar a quienes no son como ellos bajo la bandera blanca de “gente de bien”.

Por su parte, quienes están en las filas de su partido político usualmente cobijan dos requisitos más: tener historial de familiares con antecedentes delictivos y/o tener procesos por corrupción. La mayoría de ellos después de un tiempo terminan enredados en algún escándalo y siempre alegan persecución política.

Como secta, se empeñan en construir una retórica obtusa que balbucea señalando de izquierda y conspiración todo lo que no se alinee con su coprológica forma de pensamiento. Así han graduado de mamertos y comunistas a la ONU, la CIDH, Joe Biden, Kamala Harris, Amnistía Internacional, el parlamento europeo, la conferencia episcopal, el arzobispado de Cali, la prensa internacional y demás organismos que se atrevan a poner en entre dicho los desvaríos de su patrón o a denunciar los abusos y excesos producto de su retrógrada y siempre fascista forma de ver el mundo.

Cuesta creer que tantas instituciones, con tan inverosímiles intereses, se presten para la estrategia orquestada por “maduro y la izquierda mundial”. Sin embargo, al revisar su background ideológico puedes constatar que todo encaja perfectamente en su mundo de fantasías en donde abundan las teorías de conspiración. Mientras tanto, paradójicamente su gobierno anuncia voluntad de diálogo con la guerrilla del ELN —siendo la negación al diálogo con las guerrillas parte de su discurso de odio y parte de la estrategia para atrapar incautos— y en la ONU se ufanan de un acuerdo de paz que se han dedicado a destruir, pero con el que cínicamente sacan pecho.

Estamos viviendo momentos difíciles. El estallido social producto de las políticas de esta enfermedad llamada uribismo tiene a la sociedad colombiana luchando una dura batalla para implementar la cura: restablecer el Estado social de derecho y hacer valer lo consignado en la constitución.

En Colombia existe una enfermedad llamada uribismo, una enfermedad que se cura con la democracia.

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