La terrible noche cesará. Sin embargo, me asalta la duda de si con ella algo se solucionó. La destrucción a la cual nos hemos visto sometidos resultará más cara que la solución solicitada por los autores intelectuales e instigadores de lo vivido. Lo cual me intriga, pues parece que la meta era otra.
Esta semana tuve que visitar Cali, llevaba un mes postergando el viaje, por obvias razones. Sin embargo, no podía aplazarlo más y tuve que ir. Por supuesto antes de salir, se tomaron las precauciones del caso, ello supone investigar la ruta óptima la cual evite encontrarse con bloqueos ilegales o manifestaciones legales en el camino.
Todo un periplo lograr desplazarse, la ansiedad y la zozobra fueron sentimientos constantes a lo largo del viaje. Ahora bien, en el camino que conduce desde Pereira a Cali, puede ver el despliegue de la fuerza publica a todo lo largo del corredor, ello genera tranquilidad, sin embargo, la evidencia de la destrucción a la cual fue sometida la infraestructura vial resulta en una vergüenza nacional.
Puentes dañados, separadores destruidos, manto asfáltico levantado o deteriorado por los incendios, escombros por doquier, fachadas destruidas, en fin, usted lo nombra y allí lo encuentra. Vergüenza, tristeza, rabia, dolor, genera ver el grado de destrucción al cual pueden llegar algunos, instigados por caciques, cómodamente sentados en su casa disparando por Twitter.
Ya en Cali, me encontré con varias barricadas, buses quedamos, puentes peatonales destruidos, semáforos inexistentes, venezolanos sin hogar controlando el tráfico, haciendo las veces de policías de tránsito, anarquía. Pero también me encontré con algo más.
Me encontré con una ciudad que no quiere parar, pude ver una ciudad que se quiere mover, que quiere trabajar; vías llenas, gente desplazándose a sus trabajos, fabricas tratando de volver a operar y generar empleo. Vi el comercio operando y vi caleños con ganas de pasar la página, pero nunca olvidar de lo que fueron víctimas.
Víctimas, eso somos. Víctimas de un sector político rancio y anacrónico, que quiere posar de progresista, mienten y engañan a sus seguidores; los usan a su antojo, los encienden y alienan con mitos, verdades a medias y de vez en cuando mentiras completas. Los conducen en un camino destructivo y falaz; no ven lo ilógico del método.
Pero también, somos víctimas de un modelo en el que ha primado la guerra antes que la educación, un modelo que antepone los beneficios a sectores como el financiero, en detrimento de los ciudadanos, un modelo que ha permitido el incremento de brechas sociales a niveles insostenibles.
Ahora bien, ese modelo se fundamenta en un sistema político y democrático que hemos construido por dos siglos, con sus problemas y fallas, pero lo tenemos; tenemos una democracia. Una democracia imperfecta que para unos opera bien, para otros supone un modelo opresor y por eso prefieren un modelo alternativo.
Sugieren modelos alternativos como el socialista, no voy a hablar de comunismo pues la gaviota me regaña, pero en todo caso, el Capitalismo dicen que no sirve, el Neoliberalismo fracasó y solo nos queda retomar a Marx y Hegel “parcialmente”, si lo que se quiere es igualdad. Afirmaciones irresponsables, vagas y confusas.
Yo me pregunto entonces que es la igualdad y solo encuentro en Norberto Bobbio una aproximación a lo que supone la igualdad, en términos de postura ideológica política. Advierte Bobbio que, la izquierda o sus formas, dan mayor importancia a su conducta moral y su iniciativa política, a lo que convierte a los hombres en iguales o a las formas de atenuar y reducir los factores de desigualdad.
Claro ejemplo de ello puede ser los proyectos de ley que vemos hacer trámite en el congreso, propuestos ellos por partidos de todos los colores y vertientes políticas. Partidos que se autoproclaman de derecha o izquierda, incluso que los señalan de lo uno o lo otro.
Por otro lado, explica Bobbio que la derecha está convencida que las desigualdades son un hecho ineliminable, y que al fin y al cabo ni siquiera deben desear su eliminación. En ese sentido y según Bobbio, la derecha anhela la prevalencia del status quo y nada hará para cambiarlo.
Y ahí no encuentro lógica, sobre todo en nuestro caso nacional. No conozco un solo proyecto de ley que se tramite hoy en el congreso cuyo espíritu legislativo no sea ese; cerrar brechas, corregir fallas y solventar necesidades. Incluso proyectos del Centro Democrático, el partido señalado como de “ultraderecha” por sus enemigos, propuso y está tramitando, la reducción de la jornada laboral de forma considerable… Ni tan de ultraderecha resultó ser el Centro Democrático.
Veo entonces que no sabemos en qué estamos, ni los que manifiestan, menos los que instigan y mucho menos los ciudadanos que atienden a este lamentable espectáculo, donde se combate entre dos posturas ideológicas malentendidas.
Por eso me asalta la duda, ¿qué es lo que estamos peleando en la calle?, ¿qué surja un gobierno de izquierda? Pues, según la explicación de Norberto Bobbio, en Colombia no existe la derecha.
Entonces, ¿por qué nos estamos matando?