Escribir una historia de Colombia, no es tarea fácil. Y Mucho menos si se hace en las poco más de 300 páginas en que Orlando Melo, Historiador y filósofo colombiano, compila episodios que empiezan no decididamente desde que Cristóbal Colón pisara la isla Guananí y Alfonso de Ojeda llegara a la llamada, ulteriormente, Colombia. O antes, con el posible descubrimiento del continente por Américo Vespucio, si se le puede llamar descubrimiento, ya que Melo no menciona a Erick el Rojo o tal vez no lo consideró como descubrimiento. Eso sí, se devuelve de manera fugaz, unos 16 000 años, al año 14000 A.C fecha aproximada de la llegada de los primeros pobladores a estas tierras, para terminar, describiendo algunos sucesos del gobierno de Santos.
Valdría la pena, dejar un abre bocas a los lectores que vayan a empezar este libro de la colección “Historias Mínimas”, publicado en el 2017 con segunda edición en el 19, “indispensable” en palabras de Faciolince y sin ahondar en ello, puntualizar algunos datos encontrados aquí, como son:
El primer caso conocido de canibalismo en América, que no fue realizado por los “salvajes”; “sin civilización”, pueblo indígena con grandes ciudades y pocos conflictos, pero que, si participó, al menos uno de ellos, de esa cena como presa a manos de Juan de La Cosa quien venía con Colón en los barcos de Europa; la cúspide de la civilización. Eso sí, hay que aclarar que, según Melo, en esta historia mínima de Colombia, no se plantea un Capitalismo latinoamericano que comience con los españoles, puesto que la mono producción de la agricultura, el saqueo, la servidumbre y la neo nobleza, entre otras estrategias de dominación y control del nuevo mundo, no permitieron un desarrollo capitalista como se estaba dando en la Europa de las revoluciones, sino más bien, la reivindicación de un feudalismo. Ideas que todavía se plantean en el 2020 debido al latifundio y la improductividad de las tierras que, desde entonces, empezó a presentar fallas, manteniendo al país, como importador de productos agrícolas para el desabastecido consumo.
También se encuentra un Bolivar reacio a las democracias, optando por una aristocracia militar, en apoyo de una dictadura después de abolir la constitución, que, cansado y enfermo, rechaza el mando dos veces y muere esperando un barco en Santa Marta que lo llevara a la Europa de su Juventud. Se muestra a un Santander antonomástico de su famosa frase, “libertad y orden” de la que todavía dudamos pero que seguimos frecuentando con la mirada impotente en el escudo de nuestra patria.
Toda una gama de liberales, entre los radicales de izquierda como en un principio lo era Jorge Eliecer Gaitán cuando creo las UNIR, como el joven Turbay cuando creo el partido socialista revolucionario PSR, como los liberales que asistían a la iglesia aun cuando un obispo había decretado pecaminoso el liberalismo, entre otras.
Este es un libro que el colombiano promedio debe leer. No se trata de un compilado de tomos sobre historia colombiana, como debe ser, sino de un recorrido mínimo (lo dice el título) y una lectura rápida y poco generosa de eventos afortunados y desafortunados que nos han antecedido, pero que vuelven como sombra olvidada a una Colombia estropeada y vulnerada, principalmente por el desconocimiento de su historia.
Tal vez, en algunas conversaciones del nuevo criollo país ya no existan los temas de Laureano Gómez con sus ideas de intervenir la genética, trayendo intelectuales caucásicos, para exterminar el gen indígena, o el primer voto femenino de la mujer en el 57 promulgado por Pinilla quien también, tenía una visión diferente de la televisión que introdujo por primera vez a Colombia. La radio Sutatenza y su visión ética-apostólica de formar ciudadanos, el tratado de paz con los paramilitares, al que Melo le llama “desordenado” desarrollado por Uribe Vélez, quien aparece como un disidente del partido liberal, un reconteo de Misael pastrana correcto, con algunos indicios de Fraude en el Área Rural, el “Respice Polum” de Marco Fidel Suarez, o los intentos por crear un tratado de paz estable que fuera aún más fructífero que el de 1990 con el M-19.
Un libro para no dejar de leer, un libro para repetir, un libro para recomendar, en especial, para mi fortuna, un libro para regalar.