Desde hace algún tiempo venía sintiendo serias sospechas de mi labor como docente y eso generaba mucho malestar por la manera en que se venían haciendo ciertas cosas y porque los "resultados" no eran los esperados ni en el plano personal ni en el plano institucional. Lo más complejo es que ese sentimiento tan particular no solo me invadía a mí sino a muchos de los que también realizan esta misma labor.
El año pasado un grupo de argentinos produjo un documental independiente al que llamó "la educación prohibida". Este documental sugirió muchos debates, zanjó algunas diferencias y profundizó en otras y logró el cometido de no pasar desapercibido entre quienes lo vimos y que seguimos tomando algunas de sus reflexiones cuando consideramos el trabajo docente desde una perspectiva que humanice y no sólo pretenda "inyectar" conocimientos, asunto en el que también el actual modelo de educación básica y media en nuestro país falla.
Para nadie es un secreto las múltiples fracturas que tenemos a nivel social, pero hay que reconocer tajantemente que como sociedad estamos en deuda con la educación. Nosotros los docentes también estamos en deuda con la educación como hecho y no como sistema.
Sostiene Fernando Savater que como educadores sólo podemos ser optimistas y que la educación es un acto de coraje. Valga la pena empezar a recabar cuales son los propósitos de quienes educamos y auscultar cuales son los más profundos deseos de los educandos, pero no podemos seguir haciendo de la educación una colcha de retazos, un laboratorio experimental de políticas de turno o de modelos económicos. Estamos con una profunda deuda en el campo de la educación básica en Colombia, no vaya a ser que mas temprano que tarde nos pase factura.
