A propósito de la sentencia de la Corte Constitucional que ordena a los dos canales privados transmitir un comercial llamado "No comas más mentiras".
Hace ya algunos días, la Corte Constitucional emitió una sentencia de obligatorio cumplimiento, en donde manifiesta que los dos canales privados (Caracol y RCN) deben transmitir un mensaje de la campaña titulada “No comas más mentiras” de la corporación sin ánimo de lucro Red Papaz.
Según la alta corte, al no trasmitirlo en su momento y al buscar interferir en su contenido se constituyó un caso claro de censura, por lo cual se ordenó que en la brevedad sea emitido este comercial de interés público, sin ningún tipo de censura, modificación o edición. Así se generó una sentencia histórica, donde triunfó el interés público, la evidencia científica y el derecho a la libre expresión, como lo comentó Red Papaz para el periódico El Tiempo.
Ahora bien, las preguntas que surgen son: ¿por qué estos canales se abstenían de transmitir esa campaña publicitaria?, ¿será que no les iban a pagar por la pauta?, ¿será que atentaba contra la ética y la buena moral de los televidentes? Nada de eso.
Según la misma corporación (Red Papaz), Caracol y RCN no emitieron tal campaña simple y sencillamente debido a su contenido explícito y veraz, que prevenía a los televidentes sobre las dañinas consecuencias de consumir productos con alto contenido de azúcar y grasas saturadas. Fue precisamente el claro contenido de esa campaña el que generó la notable censura por parte de estos canales, evidenciando a la vez la violación al derecho que ellos más supuestamente protegen y vociferan a capa y espada: la libre expresión.
Para nadie es un descubrimiento o un secreto que el modo de subsistencia de un canal de televisión tiene que ver con los ingresos por publicidad, ni tampoco se puede negar que prácticamente los canales están captados por mafias y conglomerados económicos, que a la vez tienen acciones en empresas que comercian con aquellos productos que el mensaje atacaba con justa razón. Sin embargo, y a pesar de la innegable realidad, lo que deja ver este fallo es que no solamente por primera vez se tuvo en cuenta el bienestar de los televidentes, sino que también se logró comprender y hacer más visibles esas dobles morales e hipocresías de aquellos canales que se hacen llamar los dueños y gestores de la libre expresión, ya que aquí lo único que se observó es que tales "gestores’" de la expresión son solo empresas del lucro, de la censura y de la dominación económica. Además, infortunadamente se pudo comprobar que ese loable e inalienable derecho, como lo es la libre expresión, está captado por las órdenes y las maniobras del poder, ese poder económico que censura a los mismos medios de comunicación que tienen en su poder y que logran socavar la integridad, la verdad, la realidad y la dignidad de este derecho.
La libre expresión debe ser un derecho sin vicios o imposiciones, que garantice la opinión, la diversidad y la tolerancia, para así evitar caer en aquella doble moral y clara censura de canales que de libre expresión ya no tienen nada, para finalmente así “no comer más mentiras”.
