Sin negar la importancia fundamental de los Acuerdos de Paz de La Habana, que dieron como resultado inicial la dejación de las armas y la transformación de las Farc en un partido político, hay que decir que este primer paso es precisamente eso: el primer paso definitivo en todo un proceso largo y complejo en la búsqueda de lo que llamamos la paz democrática.
Ni el premio Nobel de Paz al presidente Santos, ni los acuerdos firmados por las partes, ni la participación de la ONU, la OEA, la Unión Europea, los gobiernos garantes, ni la refrendación por el Congreso de la República, ni el visto bueno de la Corte Constitucional, pueden sustituir la apropiación real y material de los acuerdos por parte del movimiento social y político de las comunidades en las regiones y de la sociedad colombiana en general.
Si bien es cierto que después del no en plebiscito de octubre se desarrolló un movimiento ciudadano exigiendo la concreción de los acuerdos mediante amplias manifestaciones de masas, hasta ahora la opinión pública no se había vuelto a manifestar en este sentido, como lo ha hecho recientemente con las declaraciones de Humberto De la Calle, en el sentido de que “se están tirando la paz” y “nos están llevando a la guerra con los ojos cerrados”, en clara respuesta a las informaciones del periódico Wall Street Journal, el cual afirmó que Iván Márquez (Luciano Marín) estaba siendo investigado por relaciones con el narcotráfico, después de la detención de Santrich, pedido en extradición por la justicia norteamericana.
“La paz de Colombia no puede depender de un juez de Florida” dijo De la Calle, responsabilizando al Gobierno por su indolencia, a la Fiscalía por la manera apresurada como ha venido tramitando la veracidad de las pruebas aducidas contra Santrich, y a la oposición irresponsable de Uribe-Duque y de Vargas Lleras en el Congreso de la República cuando se encargaron de hundir la reforma política, las circunscripciones especiales de paz y aspectos esenciales de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).
A tal punto, preocupado por el futuro del proceso, De la Calle llamó a la movilización de las víctimas y de la ciudadanía en general para reclamar del Gobierno, en estos tres meses que le quedan, la reorientación del proceso en lo que tiene que ver con la implementación del estatuto de procedimiento de la JEP en el Congreso de la República, para agilizar la situación jurídica de Santrich y empezar a tramitar lo relacionado con el sistema integral de justicia, verdad, reparación y no repetición para las víctimas y para la opinión pública del país.
En esta nueva crisis del proceso que no será la última, los medios de comunicación tienen la obligación ética y moral de no jugar con la verdad, no deben olvidar la mesura y la responsabilidad enorme de su misión informativa. No entiende uno cómo de un día para otro grandes medios de comunicación masiva condenan a Iván Márquez por narcotraficante, con base en las declaraciones del periódico Wall Street Journal, y al otro día sale el Fiscal General de la Nación a decir que contra Iván Márquez no existe ninguna investigación por narcotráfico: Fiscalía niega tener investigación por narcotráfico contra Iván Márquez. Y como si fuera poco lo anterior, “juez deja en libertad a socios de los supermercados Supercundi, quienes fueron señalados por la Fiscalía General de la Nación como supuestos testaferros de las Farc”.
Es por decir lo menos, el colmo de la irresponsabilidad en materia grave, porque se está jugando nada menos que con la paz de Colombia: “la paz de Colombia no depende de un juez de la Florida (…), nos están llevando a la guerra con los ojos cerrados”, como bien lo dijo De la Calle.
Por eso mismo no es de recibo la actitud emocional del excomandante y comisario político del nuevo partido de la rosa de anunciar su renuncia a la posesión como senador de la República, porque no está dispuesto a dejarse tratar de narcotraficante y exige respeto para su dignidad; en lo cual tiene toda la razón, confirmada además por el Fiscal General de la Nación cuando ya el daño político estaba hecho. “¿Cómo hago yo para ir el 20 de julio a ejercer como senador, que entre otras cosas no fue una dádiva del Gobierno sino uno de los compromisos de los acuerdos, para que me digan que soy un narcotraficante? Prefiero dejar esa joda allá”, dijo Iván Márquez en una entrevista a CM&.
Estos hechos están confirmando que existe toda una telaraña de “garantías hostiles”, empecinadas en obstaculizar, enredar y destruir el acuerdo de paz. “Ni lamentaciones, ni lloriqueos” ripostó Rodrigo Londoño (Timochenko) en una carta a los militantes del nuevo partido, haciendo una demostración de estatura política digna de la responsabilidad del proceso de paz. “En el momento en que firmamos el acuerdo aceptamos la Constitución y las Leyes y es nuestro deber actuar ajustados a ellas. Quien no lo haga debe atenerse a las consecuencias, y ahí difícilmente puede pedírsele solidaridad al partido”.
Por todo lo anterior es menester exigirle al establecimiento mediático y político que le ponga seriedad al asunto, pues se está jugando irresponsablemente con la paz de Colombia. Que la Justicia Especial para la Paz juzgue lo de su competencia, vaya y vuelva, pero que los tribunales de EE.UU. determinen la extradición de colombianos y mucho más de los dirigentes del acuerdo de paz por encima del presidente de la República, si es como la tapa del congolo en lo que tiene que ver con la soberanía nacional.
Así las cosas, las contradicciones en la implementación de los Acuerdos de La Habana las va a definir el verdadero plebiscito por la paz en las elecciones presidenciales del 27 de mayo. Afortunadamente, en este sentido hay claros indicios de que “crece la audiencia”, como lo decía el gran escritor y poeta Jorge Zalamea Borda en El sueño de las escalinatas.
La necesidad histórica va juntando todas las rebeldías del camino para formar un inmenso caudal incontenible en la construcción de la paz democrática. El hecho de ver juntos a De la Calle, Clara López, Claudia López y Ángela María Robledo en la tarima de la Plaza de Bolívar en Bogotá, el primero de mayo, ante una inmensa manifestación, está indicando con claridad cómo está cristalizando la unidad popular.
Y esto es precisamente lo que necesita el acuerdo: una paz estable y duradera, y que el pueblo se apropie de las reformas democráticas para que las oligarquías de este país no vayan a echar al cajón de la basura este primer paso que ha costado tanto sacrificio.
“De acuerdo a las encuestas y al posible intento de su manipulación denunciada por empleados de las propias encuestadoras, la realidad de la tendencia es evidente: vamos directo a la victoria”, dice Gustavo Petro, contra los “pronósticos” agoreros de algunas pitonisas del porvenir. Por eso hay que repetir con insistencia: solo el movimiento popular salvará el proceso de reconciliación, porque una cosa es acabar la guerra y otra muy distinta construir la paz democrática.