Una corta charla con Raúl Gómez Jattin

Una corta charla con Raúl Gómez Jattin

"La poesía es una soledad monstruosa, donde habitan hombres como yo, que solo es buena para leerla, porque para vivirla duele mucho"

Por: WLADIMIR PINO SANJUR
octubre 26, 2017
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Una corta charla con Raúl Gómez Jattin

Anoche me encontraba en el patio de mi casa, leyendo un libro de Octavio Paz, en medio de arbustos ornamentales y un árbol de limón grande. Tenía los pies sobre la tapia, mientras leía a mis anchas recostado en la mecedora, cuando llegó una visita inesperada.

Los tres toques sutiles en la puerta, me sacaron del mundo literario y me devolvieron a la realidad; cualquiera en mi lugar se hubiera preocupado, eran las dos de la mañana y leves golpes sonaban contra la puerta. Yo identifiqué en ese toque buenos presagios y sin asomarme previamente a ver quién era, abrí. Para mi sorpresa se trataba de Raúl Gómez Jattin. Sí, el mismo, el poeta muerto.

Ese llegó a mi casa anoche y habló conmigo. Yo que lo vi declamarles versos a los postes de luz y a los árboles, decir disparates mientras se bañaba en la fuente y leí el titular de prensa en El Universal de Cartagena que anunciaba su muerte, puedo asegurar que se trataba del loco Raúl. Lucía un jean roído, una camisa de flores de colores, unas sandalias semidestruidas, una barba de dos semanas, sus cabellos peinados hacia adelante tapando su escasez y un cigarrillo en su boca.

La noche de anoche fue eterna, me recitó versos inéditos, les cantó a los hipócritas que hoy coleccionan sus libros y lo exaltan como referente de la poesía contemporánea, pero que en vida lo despreciaron y lo aislaron como animal extraño.

Me dijo: hoy mi poesía vive por mí en los estantes de las bibliotecas, en los versos que declaman los rebeldes, en la irreverencia del modernismo que se revela a los dogmas de la moral, pero que conserva la ética de los buenos hombres; yo soy las minorías sexuales, pero también puedo ser el mendigo que come sobras en la calle, el drogadicto consumido que a diario se esconde en los hongos para apartarse de la realidad que lo asusta.

No fui bueno, me decía mientras encendía el quinto cigarrillo, absorbía y botaba el humo que se perdía en espiral en el aire del patio. La gente de la aldea tenía razón respecto a que soy un hombre despreciable y peligroso, pero sabes aunque sí lo era, solo me hacía daño a mí mismo, no como la cuerda sociedad que es digna y pasiva, que se viste de paño y no consume hongos para aislarse, que viven en la comodidad de la cordura, que se cuidan las uñas y el cutis, que aman al señor del espejo, pero que odian y desprecian al de la esquina, al de la fila y hasta al cura que les habla del evangelio.

Luego de esto hablé yo: Raúl, ¿por qué tu vida tan corta?, ¿por qué decidiste ser poeta?

Él con su voz de tarro me respondió: yo soy poeta no por decisión propia, pero si de explicar se trata te diré que dos hechos que fueron trascendentales para serlo:

Primero, mi padre “el viejo Joaquín Pablo” era un lector voraz, de los pocos que había en Cereté de Córdoba en aquellos tiempos; él me leía versos de Luis Carlos “El tuerto” López y hacía que yo me los aprendiera y se los recitara a sus amigos y por ello me daba recompensas.

Segundo, fue mi encuentro con el libro Las mil una noche cuando mi viejo me encontró leyendo aquellas hojas, él y yo supimos que iba ser poeta; pero más allá de esos dos hechos yo tenía que ser poeta para defenderme de la sociedad que me despreciaba por mi condición de loco y homosexual. La poesía fue mi compañía en la soledad a la que me condenaron los habitantes de mi aldea.

Ahora, en cuanto a mi vida corta te diré que, aunque el registro civil diga que estoy muerto, sigo vivo en cada escena diaria. Solo basta que mires a tu lado y ahí estaré; en el beso inocente de los niños, en las sabanas de los moteles, en el ron de las cantinas, en el agua de los ríos, en el cielo, en el aire, en la injusticia, en la calle que camina lóbrega o repleta de gente. Yo estaré siempre habitando este mundo y los mundos que vienen.

Yo pregunté: ¿cómo defines tu poesía?

Raúl: la poesía es una soledad monstruosa, donde habitan hombres como yo, que solo es buena para leerla, porque para vivirla duele mucho.

De nuevo cuestioné: ¿cómo define su obra poética?

Raúl: Mi obra poética es una biografía de mi vida, puede decirse que es un álbum de fotografías. Cada poema es un retrato de un amigo, de un familiar, de un momento mío, donde hay alegrías y soledades. Además, hay cuatro elementos que me acompañaron siempre: el amor, el sexo, la amistad y la locura, ellas fueron mis compañeras inseparables. Hoy entiendo que las tres primeras son la especie y la locura el género y que el hilo conductor son las alucinaciones.

Mira, es tan cierto que mi poesía soy yo mismo, que una vez le contesté una carta a Jaime Jaramillo Escobar, diciéndole: “cuando llegó tu carta rumorosa como el viento, había lanzado todos los libros a la calle y como no estaba el mío, me tiré yo mismo a la intemperie”.

Yo le miraba sus ojos perdidos y saltones, mientras él hablaba y fumaba. De pronto otro toque en la puerta, este sí fue fuerte y tenebroso, cada vez más intenso y sostenido. Entonces, abrí los ojos, era la alarma, eran las 6 de la mañana, yo acostado en mi cama y en mi pecho reposaba el libro Amanecer en el Valle del Sinú, una antología poética de Raúl Gómez Jattín. Al final, proseguí su lectura, sin olvidarme de aquel sueño con el poeta.

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