La Copa América es la competencia más antigua de selecciones de fútbol del mundo. Fue disputada por primera vez en una edición de prueba en 1910, pero tuvo su primera edición oficial entre el 2 y el 17 de julio de 1916, como parte de las conmemoraciones del centenario de la independencia de Argentina. Cabe anotar que no siempre se llamó así y que partir de 1975, en su treintava edición, el torneo pasó a llamarse oficialmente como ahora.
Desde entonces hemos presenciado toda clase de torneos, donde por ausencia del aspecto tecnológico se han visto muchos errores arbitrales y que con el apoyo de la tecnología en favor del fútbol se esperaba que acabaran. Sin embargo, y contrario a todo lo que esperábamos, ha sido todo un desastre. El fútbol que antes vimos y que a pesar de no tener ningún apoyo tecnológico era más transparente. No se veía tanta polémica y el juego era más natural y fluido, con mejor ritmo de juego.
En esta edición de la Copa América, como en muchos otros torneos, se ha podido evidenciar cómo los errores arbitrales juegan un papel importante en la decisión final de partidos claves y que significan la llegada de los equipos llamados tradicionalmente “grandes” a la final de los torneos. En el transcurso del torneo (Copa América) e inclusive dentro de la gran final hubo errores arbitrales que de haberse tenido en cuenta quizás hubiera cambiado el curso del partido y la historia que hoy conocemos.
No quiero quitarle mérito a la Selección Argentina de fútbol que realizó un gran partido frente a Brasil, y mucho menos a Brasil que tiene un gran equipo con grandes capacidades, pero siendo sinceros, y miramos los partidos desde el inicio (sin los errores arbitrales), los equipos finalistas fueran otros. Sin embargo, se ve que el fútbol no se escapa de la corrupción humana que ha calado todos los sectores de la sociedad. De verdad, da tristeza que el fútbol, el deporte que debía hacernos olvidar momentáneamente de las perversiones humanas, termine recordándonos y afianzando aún más la idea de que el ser humano, además de ser una criatura sociable, también es un individuo corrupto por naturaleza.