Lejos de las fronteras de Colombia nos reunimos un par de horas por Skype; nunca ajenos a la realidad que sigue empobreciendo y desalmando a esa tierra de desplazados que en ocasiones pasa ajena a los ojos de la mayoría. No somos los más santos para hablar de inconsciencia, porque quizá en algo lo terminamos siendo; ni mucho menos maduros para plantar bases de una realidad política-social, que nuestros ojos de jóvenes periodistas pueden percibir desde Australia o Estados Unidos; lugares donde, así no lo crean, nos sigue golpeando eso que muchos llaman así no más el pan de cada día.
El circo de los hermanos frontera
¿Andrés ha ido usted a un circo? porque me siento en uno, se han preparado para el show por décadas y no piensan fracasar en su negocio familiar. Los dueños de la gran carpa invaden el pueblo fronterizo y forman el alboroto para que todos se den cuenta que llegaron. Circo que se respete es pobre y éste no es la excepción, los empleados son toderos.
Maduro el payaso e ilusionista terrateniente saca a las malas los invasores para instalar el chuzo, Alvarito, el hombre bala esta vez oficiando de vocero del circo, con megáfono en mano ofrece una “ayudita”a los necesitados y que siga la función, así se abre paso el traga fuegos Juan Manuel que aprovecha el momento para ponerse de nuevo los pantalones y dejar volar la paloma de la paz jugando al “pelietas”. Pero el papel que más preocupa es el del pueblo, mi querido interlocutor, ¿queremos seguir siendo los títeres de estos ventrílocuos. Yo ese sable no me lo pienso tragar ¿y usted?
Nico, tragarse el sable sería a veces una considerable opción frente a ese circo. Uno es como el asistente que pagó la entrada más cara, primero sale un payaso medio enano con megáfono repartiendo palomitas de maíz medio quemadas, vestido de poncho y carriel. Mientras que no muy lejos sale otro, haciendo poses de calentamiento de boxeo y bailando cumbia. ¡Bravo… clap, clap,clap!
A los asistentes que no les gusta ir al teatro que está al lado, el que educa, aplauden y celebran cada acto que hace uno y el otro. El problema es que las tuercas de ese escenario y de las sillas de los asistentes a este paupérrimo show, tienen ya las tuercas muy oxidadas, y además la han puesto los mismos payasos. Se corre el riesgo que en cualquier momento el show se venga abajo, pero eso no les preocupa a los de la nariz pintada, primero caerá la tribuna de los que aplauden el espectáculo político. ¿Más palomitas de maíz señor?, el show no ha terminado.
La pobre frontera de la red social ¿te gusta?
Otro tema, Nico, uno que nos compete más que todo a nuestra generación, es el del mundo de los “me gusta” y del “compartir”, el que no podía ser ajeno a esta problemática. Cuando creemos que el aporte al mundo se hace con un clic a un “me gusta” en una foto y se acabó. Esto ha llevado a que los debates se vuelvan algo escuetos y poco profundos; se es negro o se es blanco, nunca consideramos el gris como opción; el poco pragmatismo de ver una crisis fronteriza, mirándolo y defendiéndolo desde el simple hecho de ser uribista, santista, madurista o idiostista, perdón por la vaga redundancia, y pocas veces desde el punto humano.
Esto ha hecho de este un mundo banal y cibernético que hemos construido, un progreso que es medido con los millones de aprobaciones que puede tener una foto. Además que el debate pasa ya por un sin fin de memes, emoticones e insultos, ya eso de las palabras coherentes, las fuentes serias y cifras contundentes han sido relegadas y reemplazadas por una masa “fafarachosa”, la que piensa en soluciones como compartir el video de Senador de la República comprando mercados con su “humilde salario”, y luego el post: ¡qué aprendan los demás de ese señor! No se preocupen tanto por la pobreza de la frontera, ni mucho menos de lo que puede o no pasar en esa red social, preocupa mucho más los índices de pobreza mental imposibles de medir, o ¿cómo la medimos amigo Nicolás?, ¿acaso con el botón de “me gusta”?.
A mi esa unidad de medida me tiene ofendido, es cruel y quiere vernos envueltos en una bola de mentiras compradas, como reportajes en famosos periódicos, las elecciones por voto popular y de más pendejadas que nos terminamos por creer. En otros tiempos decíamos: “no ve que eso lo dijeron en las noticias, eso tiene que ser verdad”. Hoy aturdidoramente hago parte del mundo que dice: “¿No has visto esa noticia, pero si está en todas las redes sociales?”
Nada como la discusión en la tienda de la esquina, ahí en la mesa de metal, sintiendo el áspero periódico que el otro me está mostrando, mientras el olor a tinto nos lleva a otra y otra discusión, en donde los acuerdos llegan o no llegan, y lejos de un “ya no me gusta” siempre hay alguien que sabe explicar desde el argumento diciendo NO ME GUSTA.
No toda conversación llega a una conclusión; al contrario, son ellas las que siembran un punto de partida para aportar a una verdadera solución, quizás el fruto que recoja de éstas será llamado conciencia.